Estoy harto de ser tan correcto, tan educado y tan comedido. Estoy harto de argumentar y razonar. Estoy harto de que personas de la derecha, reaccionarios y de extrema derecha -y tengo varias amistades y conocidos de esa órbita- difamen, calumnien y expresen su ira y rencor contra Pedro Sánchez y contra Sumar. Estoy harto de que se burlen de las personalidades de izquierda y de que no tengan sensibilidad. Le comentaba ayer mismo a una pensionista -de pensión mínima- el caso del cayuco que partiendo de Mauritania con inmigrantes hacia Canarias terminó en Brasil. Le hablé de que sus veinticinco ocupantes habían muerto de hambre y sed. Me respondió con una ironía y expresó que estaba cansada de la llegada de inmigrantes a Canarias. Me encendió el alma su falta de sensibilidad. Le hablé después de que Amancio Ortega tenía un yate de180 millones de euros y de que su patrimonio personal era superior al de Mauritania y de Mali juntos, que era la nacionalidad de los inmigrantes que terminaron en Brasil. Y me respondió: ¿Y qué? El construyó su imperio de la nada y supo rodearse de las personas adecuadas. Me indignó comprobar que no le afectaba lo más mínimo las desigualdades abismales. Y lo remató con una frase reaccionaria: lo que pasa es que en España hay mucha envidia.