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jueves, 20 de junio de 2002

El perro de las Meninas

Ramón Trujillo, en el axioma séptimo de libro Principios de Semántica textual, dice: “un texto es un objeto sensible, en el que no existe más que lo que en él se ve, y, sin embargo, es, al mismo tiempo, intangible: nadie puede hablar con el capitán Lebdiakin ni tocar el perro de las Meninas”. Pero si desobedeciéramos al profesor Trujillo y tocáramos al perro que hay en el cuadro de Velázquez, ¿qué ocurriría? Que no tocaríamos un perro sino simple pintura. De ahí que Ramón Trujillo nos advirtiera de que no lo tocáramos, puesto que lo que era un perro, con el concurso del sentido del tacto, deja de serlo. Si usted, atento lector, ve un perro en la calle, ve un perro; y cuando lo toca, toca un perro. Por lo tanto, el perro de la calle  es un perro tanto cuando lo ve como cuando lo toca, mientras que el perro de las Meninas es un perro cuando lo ve pero no lo es cuando lo toca. El perro de la calle y el perro de las Meninas son ambos perros para el sentido de la vista, pero para el tacto sólo el perro de la calle es un perro mientras que el de las Meninas es pintura.


Todo el mundo ha tenido la experiencia de que viendo a una planta a la que toma como una planta de verdad, cuando la toca comprueba que es de plástico. De lo que deducimos que nuestra vista puede ser engañada por la industria de las imitaciones en plástico, pero no nuestro tacto. Justamente para esto sirve al hombre sus órganos de los sentidos, en especial el sentido del tacto, para comprobar si los objetos externos son de verdad o de mentira. ¿Cuándo una manzana es de verdad y cuándo es de mentira? Es de verdad cuando la apariencia de manzana existe en cuerpo de manzana, y es de mentira cuando la apariencia cromática de manzana existe en cuerpo ajeno, por ejemplo, en cuerpo de plástico. Ramón Trujillo, en su tratado Principios de Semántica Textual, persigue como objetivo general superar la concepción dicotómica que predomina en la lingüística actual, donde el lenguaje se presenta como lo contrario de la realidad, la abstracción frente a lo sensible, el concepto ajeno al significante. Por ello propone que los textos, tanto los literarios como los pictóricos, sean concebidos como objetos sensibles, como cosas, como realidad. Ramón Trujillo tiene razón: el perro de las Meninas es tan real como el perro de la calle. No obstante, se olvida de señalar una diferencia esencial que hay entre ellos: el primero es un perro de mentira y el segundo es un perro de verdad. Le falta a Ramón Trujillo el concepto de valor referencial. La realidad y sensibilidad proveniente del perro de las Meninas se debe a que es el valor referencial de un perro. Y los valores referenciales son tan reales como los cuerpos. Sin embargo, los textos literarios son también reales porque son valores referenciales, pero con una peculiaridad: carecen de cuerpo.

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