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jueves, 20 de junio de 2002

La construcción de un mundo aparente -Semiótica literaria-

Aldonza Lorenzo, una moza labradora, ignoraba que el hidalgo Alonso Quijada le hubiera otorgado otro ser social, ser princesa y gran señora, y otro nombre más sonoro, Dulcinea del Toboso. El pobre rocín, que no era más que piel y huesos, ignoraba igualmente que su amo y señor le hubiera concedido otro ser social, ser un caballo de la entidad histórica de los famosos Babieca y Bucéfalo, y otro nombre más significativo, Rocinante. Quien no ignoraba estas transmutaciones era su autor, el propio Alonso Quijada, que igualmente se otorgó a sí mismo otro ser social, ser famoso caballero andante, y otro nombre más resonante, Don Quijote de la Mancha. En la realidad las cosas no cambiaron: Aldonza Lorenzo siguió siendo una labradora, Rocinante un caballo flaco, y Alonso Quijada un pobre hidalgo. Pero en la cabeza de Alonso Quijada esta realidad sufrió una gran transfiguración, de modo que la moza labradora era una princesa, su pobre rocín un gran caballo, y su humilde persona un famoso caballero. El mundo exterior, el mundo que se le presentaba  a sus sentidos, era una cosa, pero su mundo interior, el mundo que tenía metido en la cabeza, era otra cosa muy distinta. Lo que hacía más aparente la representación interna de Alonso Quijada eran los nombres, Dulcinea del Toboso, Rocinante y Don Quijote de la Mancha, con los que pretendía afianzar en el exterior su disparatada representación interior.


Pero Alonso Quijada no construyó su mundo aparente basándose sólo en operaciones nominativas e inventos de su imaginación, sino que pasó a la práctica:  se armó de caballero y salió a los campos de la Mancha en busca de aventuras. Pero sus armas eran muy viejas, pertenecían a sus bisabuelos, y en vez de celada llevaba morrión. De manera que  la apariencia de Alonso Quijada no era la de un caballero: no tenía cuerpo de caballero, su armadura era vieja y dispar, y su caballo era piel y huesos. Su apariencia, su vestimenta, su aspecto y su mismo lenguaje eran signos manifiestos de un hombre que no estaba cuerdo. De manera que su mundo interior jamás se hizo exterior, jamás se realizó.

Junio 2002









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