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jueves, 22 de mayo de 2003

Frederic Bastiac o la esencia del discurso liberal frente al sol socialista


“A LA CAMARA DE  DIPUTADOS: Estamos sometidos a la competencia intolerable de un rival extranjero, que disfruta de unas instalaciones tan superiores para la producción de luz que puede inundar nuestro mercado nacional a un precio ínfimo. Este rival no es otro que el sol. Pedimos una ley  que ordene cerrar todas las ventanas, aberturas y rendijas por las que suele penetrar la luz solar en nuestras viviendas y que perjudica a la lucrativa industria con que hemos dotado el país”.
(Esta cita de Frederic Bastiat la he tomado del capítulo 35, titulado La ventaja comparativa y el proteccionismo, del tratado de economía de Samuelson y Nordhaus)


Aunque el mundo ha cambiado muchísimo en los últimos 150 años, la esencia del discurso liberal sigue siendo la misma. Frederic Bastiat, economista francés del siglo XIX, trata de demostrar que es un absurdo que los pueblos impidan la entrada de los bienes extranjeros que compiten con los nacionales. Fue un acérrimo defensor del librecambio. Y nos pone de ejemplo el Sol. Su razón es la siguiente.  Primera premisa, ¿a quién se le ocurriría impedir la entrada de la luz solar en nuestras empresas y viviendas con el fin de proteger la industria eléctrica nacional? A nadie que tenga un mínimo de sentido común. Segunda premisa montada por analogía con la primera premisa: sería un absurdo impedir la entrada de los bienes extranjeros con el fin de proteger los bienes nacionales, si es el caso de que los precios y la calidad de los primeros son superiores a los precios y la calidad de los segundos.

El truco filosófico de Bastiat consiste en comparar dos seres, la luz solar y la luz eléctrica en un ámbito donde no son comparables. Y la mejor manera de desmantelar esta clase de argumentos es adoptando un punto de vista práctico. No hay pueblo en el mundo que se le haya ocurrido competir con la luz del Sol. Todo lo contrario: todo el mundo trata de aprovecharla al máximo. ¿Y por qué? No sólo porque su calidad es inigualable, sino porque es... ¡gratuita! Bastiat nos habló del Sol,  nos admiró sobre las instalaciones de esa gran industria productora de luz, pero no nos habló de la propiedad. ¿Y por qué? Por dos razones: una, porque el capitalista habla de la economía sin mencionar para la nada la propiedad, como si fuera una mera circunstancia externa ajena a su lógica interna. Y dos: porque la palabra “gratuita” le suena a socialismo.

Uno de los rasgos más importantes de la personalidad del capitalista es su deseo insaciable e irrefrenable de ganancia. Para él todo, absolutamente todo, debería tener un precio y podérsele extraer una ganancia. Así que en todo,  absolutamente en todo, ve un negocio. Y siempre se queja de lo mismo: le falta  el dinero para hacerlo posible. De esta obsesión de representarse todo como un posible negocio fue víctima el propio Bastiat, quien se representó el Sol como una empresa rival extranjera, cuyas instalaciones para la producción de luz son tan superiores que puede inundar el mercado nacional a precios ínfimos. Pero resulta que la luz solar es gratuita, no se produce como mercancía y, por lo tanto, carece de precio. Pero Bastiat se representa la luz solar teniendo un precio ínfimo. Su instinto capitalista está tan acusado que hasta el Sol se lo representa como negocio, y a su producto, la luz, con un precio. Voy más lejos aún en la apreciación de esos instintos: si fuera posible la apropiación privada del Sol, los capitalistas no dudarían un instante en intentarlo. Pero el Sol, por mucha imaginación que le ponga Bastiat y sus acólitos, es y seguirá siendo socialista.

16 de marzo de 2003.


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