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miércoles, 28 de mayo de 2003

Sobre el origen del lenguaje

En varias ocasiones Elsa Drucaroff ha hablado de la importancia que tiene en su formación semiológica Valentin Voloshinov. Y como me ocurre siempre, se me abrió la curiosidad y me he hecho con un libro de dicho autor titulado “El marxismo y la filosofía del lenguaje”.
En su exposición vi parecidos con el pensamiento de Marx y también notables diferencias. De ahí que haya visto la necesidad de exponer la concepción de Marx sobre el origen del lenguaje y  de la ideología. Primero paso a transcribirles algunas ideas de Voloshinov  para que después las comparen con las de Marx: “La propia conciencia sólo puede realizarse y convertirse en un hecho real  después de plasmarse en algún material sígnico”. “La palabra es el fenómeno ideológico por excelencia”. “La realidad de los fenómenos ideológicos es la realidad objetiva de los signos sociales. Las leyes de esta realidad son leyes de la comunicación semiótica determinadas directamente por todo el conjunto de las leyes económicas y sociales. La realidad ideológica es una superestructura inmediata que surge sobre la base económica”. “La existencia reflejada en el signo no tanto se refleja propiamente como se refracta en él. ¿Qué es lo que determina la refracción del ser en un signo ideológico? Es la intersección de los intereses sociales de orientación más diversa, dentro de los límites de un mismo colectivo semiótico; esto es, la lucha de clases”. Sólo puedo comentarles de antemano que Voloshinov no da una definición clara de lo que es la ideología, que no deja claro tampoco la diferencia entre los fenómenos lingüísticos y los fenómenos ideológicos, y que condicionado por la época que le tocó vivir sólo tiene en cuenta una de las luchas sociales que enfrentan los seres humanos y a la que le da un carácter absoluto: la lucha de clases. Ahora paso a exponerles las ideas de Marx y así podrán comparar y evaluar.
Marx, en su obra la Ideología Alemana, habla de las cinco premisas de la existencia humana: una, la  producción de los medios de subsistencia, dos, la producción de los instrumentos de trabajo, tres, la procreación o producción de la vida ajena, cuatro, la forma de cooperación, y cinco, la conciencia. Y con respecto a la conciencia dice lo siguiente: “El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir también para mí mismo”. Lo importante en esta idea es saber que el lenguaje es la forma objetiva de existencia de la conciencia, que ésta no podemos captarla objetivamente sino como lenguaje, que no existe de otro modo que no sea como lenguaje. Y que como lenguaje mi conciencia no sólo existe para el otro, sino también para mí mismo.  No se trata de descartar la utilidad que nos presta la palabra ‘conciencia’, sino de saber que la conciencia no constituye una sustancia independiente y distinta del lenguaje. De manera que cuando con Saussure decimos que el signo se compone de imagen acústica y concepto, debemos saber que dicho concepto sólo existe como lenguaje. Si observamos la palabra ‘mesa’ aislada de otras palabras, podemos pensar que unido al significante existe el significado o concepto. Pero dicha existencia del significado no podemos verla o constatarla, mientras que si podemos ver u oír la del significante. La única manera en que podemos ver el significado o concepto de la palabra ‘mesa’ es desplegado u objetivado mediante un juicio, esto es, mediante  otras palabras. Por lo tanto, el concepto o forma lógica de la conciencia existe objetivamente, para otros y para mí, como lenguaje. Escuchemos por segunda vez a Marx: “El lenguaje nace, como la conciencia, de la necesidad de los apremios del intercambio con los demás hombres”.  En la producción de los medios de subsistencia, en la producción de los medios de trabajo y en la procreación, los hombres y mujeres que constituyen una comunidad  tienen que cooperar. Y es esta cooperación la que genera la necesidad del lenguaje. Esto lo observamos en la vida animal: la suricata erguida, que hace de vigía, emite un sonido de alarma ante la llegada de un depredador aéreo, y el resto de los suricatas responden huyendo hacia la madriguera. La lucha contra los depredadores obliga a los suricatas a cooperar, a avisarse ante la llegada de los depredadores, y parece que siempre opera una división del trabajo: mientras uno o dos suricatas están erguidos en posición de vigilantes, el resto se dedica a comer. Es una componente de esta división del trabajo la llamada de alarma, una producción de sentido determinada, que alerta a los suricatas de la presencia de un depredador. El sentido total de esta experiencia está constituido por los siguientes aspectos: uno, la lucha por la alimentación de los suricatas, dos, la defensa de los suricatas de los depredadores, tres, la división social del trabajo entre suricatas vigías y suricatas comensales, y cuatro, la llamada de alarma de los suricatas vigías y la repuesta de huida de los suricatas comensales. No debemos pensar que el sentido total de esta experiencia es construido sólo por la actividad semiótica que constituye la llamada de alarma, sino que dicha actividad semiótica es sólo una parte, un momento, del sentido total de la experiencia.
Escuchemos por tercera vez a Marx: “La conciencia es, ante todo, conciencia del mundo inmediato y sensible que nos rodea y conciencia de los nexos limitados con otras personas y cosas, fuera del individuo consciente de sí mismo”. Hoy día una gran parte de nuestros conocimientos tienen carácter mediato, los que obtenemos en la escuela y en la universidad, y los que nos proporcionan los medios de comunicación. Gracias a estos medios nuestra conciencia se torna universal y puede almacenar una cantidad ingente de información. Pero en el origen de la humanidad la conciencia era sólo inmediata, sólo se tenía conocimiento de los ingredientes que constituían inmediatamente la vida, esto es, la conciencia no iba más allá de la información que podían proporcionar los sentidos y de la satisfacción de las necesidades elementales. Pero el hecho de que hoy día el conocimiento mediato tenga un peso decisivo en nuestra conciencia, no quita que también tengamos una conciencia inmediata, sensible, conciencia de las personas y de las cosas que nos rodean habitualmente. No cabe duda que el lenguaje desde su inicio representa la forma de la universalidad y, por lo tanto, la forma de la mediatez. Pero este lenguaje originario todavía no se ha independizado de las necesidades prácticas  y sólo se produce por la necesidad de los apremios del intercambio entre los hombres, esto es, por los apremios originados en sus actividades práctica. Escuchemos por cuarta vez a Marx: “La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este instante puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría pura”. Sólo les indico que la ideología tiene como base y origen la división social del trabajo en físico y espiritual y no  la división social de los hombres en clases, como plantea Voloshinov.  Pensemos en los derechos del hombre. Los profesores de derecho, los abogados y los jueces presentan estos derechos como si su verdadero origen estuviera en los conceptos. De manera que si nos preguntáramos por qué en tiempos Aristóteles existía la esclavitud, de acuerdo con esa concepción deberíamos responder porque en ese entonces los hombres todavía no se había hecho con el concepto de que todas las personas son iguales. También nos haríamos con la idea de que la tarea histórica de la humanidad no es otra que la búsqueda de los conceptos más excelsos y su realización. Esta es la postura idealista acerca del origen de los derechos humanos. Marx, por el contrario, presenta los derechos humanos brotando de las relaciones mercantiles entre los hombres, y a este propósito podemos leer en El Capital lo siguiente: “La esfera de la circulación o del intercambio de mercancías, dentro de cuyos límites se mueve la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era en realidad un verdadero edén de los derechos innatos del hombre. Lo único que impera aquí es la libertad, la igualdad y la propiedad. ¡Libertad! Pues comprador y vendedor de una mercancía, por ejemplo de la fuerza de trabajo, vienen determinado únicamente por su libre voluntad. Contratan como personas libres, iguales ante la ley. El contrato es el resultado final donde sus voluntades se dan una expresión jurídica común. ¡Igualdad! Pues sólo se relacionan como poseedores de mercancías y cambian un equivalente por otro. ¡Propiedad!  Pues cada uno sólo dispone de lo suyo”. Como es fácil de observar Marx descubre los llamados derechos innatos del hombre, aquellos derechos que se presentan como puros conceptos que hay que realizar, en las relaciones de compra y venta de la fuerza de trabajo, que tiene la forma de cualquier intercambio entre dinero y mercancía, pero que pone al descubierto la base práctica, el suelo real, de los llamados derechos del hombre. Marx defiende la idea de que los conceptos brotan de la práctica y sirven a la práctica, mientras que los idealistas creen que los conceptos brotan de un suelo propio, ajeno a la práctica. Y después que esto ha ocurrido, después de que los conceptos hayan brotado del espíritu puro, el hombre intenta realizarlos. Marx ve en los derechos del hombre la expresión ideal del burgués, sea capitalista o trabajador, mientras que el burgués ve el origen de los derechos del hombre en el concepto de hombre. En la constitución de los países capitalistas figura el derecho a la vida como el primer derecho humano. Pero esto no quita que la gente muera de hambre o asesinada. Pero el idealismo supremo, la sustantivación de los conceptos frente a la práctica, se observa en que el derecho más aclamado y más ensalzado  es el derecho a la libre expresión. Y el origen de las ideologías debe verse en este hecho: en la sustantivación de los conceptos frente a la práctica.
Sólo me resta decirles que habrán observado las diferencias entre el pensamiento de Marx y de Voloshinov: el pensamiento de Marx es concreto y orgánico, el de Voloshinov es abstracto y generalista. Los conceptos de base y superestructura son un ejemplo del carácter generalista del pensamiento de Voloshinov. También habrán podido observar que Marx da una definición más precisa de ideología: la sustantivación de los conceptos frente a la práctica por causa de la división social del trabajo en físico y espiritual. Como igualmente habrán observado el error de los marxistas durante los primeros ochenta años del siglo XX: haber convertido la lucha de clases en una realidad omnipresente y absoluta. También habrán observado el título que le he dado a este mensaje, sobre el origen del lenguaje, problema de interés central para semiólogos y lingüistas. Con lo dicho hasta aquí basta por hoy. Ahora quedo a la espera de la respuesta de Elsa y de otros miembros del foro con la esperanza de reavivar de nuevo el debate.

21 de noviembre de 2003.

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