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viernes, 21 de mayo de 2004

Crítica a la concepción del valor de Toni Negri

Todo empezó cuando leí la entrevista realizada por Fernando del Corro a Toni Negri, publicada en Rebelión el 15.09.2004. Fernando del Corro planteó: “Sostienes que la Ley del Valor ha muerto, que el neoliberalismo le es ajeno...”. Y Toni Negri añadió: “Esta fuera de toda duda  que el valor en el concepto liberal tradicional de medir el trabajo incorporado en la fabricación de un producto ha caducado, y que las ideas económicas que se exponen no se corresponden con el pensamiento de Adam Smith o David Ricardo...”.  Creo que la práctica económica desmiente esta idea. No hay capitalista en el mundo que cuando hace sus cuentas empresariales, al lado del capital, no ponga lo que le ha costado el trabajo. Y en el análisis de costo de cualquier bien o servicio siempre contabiliza lo que le cuesta el trabajo. Además,   la queja de  los capitalistas es siempre la misma: el trabajo cuesta mucho dinero, el trabajador sale muy caro. Cualquier capitalista sabe que cuantos menos salarios pague, mayores serán las ganancias, eso forma parte de su abecé económico. De manera que tanto en el capitalismo de ayer como en el de hoy, e incluso en el propio socialismo, es necesario calcular el trabajo que cuesta producir un bien o servicio. De ahí que no sea cierto, como mantiene Toni Negri, que haya caducado la medida del trabajo incorporado en la fabricación de un producto.


Después desconcertado,  desilusionado por estas ideas de Toni Negri, me fui a estudiar las Teorías de la Plusvalía de Marx para respirar un poco, en concreto a la sección dedicada a la teoría de Ricardo sobre el precio de costo. Y tuve la grata satisfacción de volver a leer una idea muy interesante: “Pero Ricardo se interpone, por último, y grita a la ciencia: ¡Alto ahí! El fundamento, el punto de partida de la fisiología del sistema burgués –de la comprensión de su trabazón orgánica interna y de su proceso de vida- es la determinación del valor por el tiempo de trabajo” También me enteré, por medio de Marx, que por este motivo Ricardo fue denunciado  por Carey como padre del comunismo. Dos ideas extraje de aquí: una, para estudiar la trabazón interna del sistema capitalista es necesario tomar como punto de partida la determinación del valor por el tiempo de trabajo, y dos, en ocasiones uno puede encontrar en las filas de la burguesía, en este caso en David Ricardo, un mayor aliado para la defensa de la teoría del valor de Marx  que entre las propias filas de la izquierda. De hecho esto me sucede en la actualidad: cuando leo a Samuelson y Nordhaus, claros exponentes de la economía burguesa actual, me encuentro más cómodo, más seguro y más cerca de Marx, que cuando leo a supuestos economistas marxistas. La vida te desilusiona mucho, pero en la actualidad la desilusión de la izquierda proviene más de sus propias filas que de las filas de la burguesía.

Para que el lector se haga con una idea clara y operativa de lo que nos jugamos con la teoría del valor de Marx, le daré algunos detalles del texto mencionado anteriormente. Hay que reconocer que la teoría del valor de Marx es muy compleja y que es necesario hilar fino y estar muy atentos. Su componente lógico filosófico es fenomenológico.  De ahí que empiece poniéndoles un ejemplo gracias al cual les será muy fácil ver después los problemas con los que se encontraba la ciencia económica en sus tiempos clásicos. Supongamos que ponemos una mesa frente a un espejo. Se ha duplicado el mundo, en vez de una mesa tenemos dos: una fuera del espejo y otra en el espejo. Si alejamos la mesa respecto del espejo, la mesa que hay en el espejo se hará más pequeña; si la acercamos, la mesa que hay en el espejo se hará más grande. Así que el acercamiento de la mesa al espejo se manifiesta como aumento de tamaño de la mesa del espejo; y su alejamiento se manifiesta como empequeñecimiento de la mesa que está en el espejo. De lo que concluimos dos cosas, una, que en la esfera de estos fenómenos hay que distinguir lo que se manifiesta de la forma de manifestación, las relaciones esenciales de las formas fenoménicas, y dos,  que en ocasiones y en ciertos ámbitos las cosas no son como se manifiestan.  Esta distinción es básica también mantenerla en el estudio de las relaciones económicas capitalistas, al igual que en el ámbito de esas relaciones las cosas no son como se manifiestan. Esta distinción la estableció Adam Smith; en palabras de Marx y refiriéndose al gran economista clásico afirmó lo siguiente: “De una parte, indaga la concatenación interior entre las categorías económicas o la trabazón oculta del sistema económico burgués. De otra parte, coloca  al lado de esto la concatenación que aparentemente se da en los fenómenos de la competencia y que se ofrece  a la vista del observador no científico, y a los ojos del observador prácticamente interesado y obsesionado por el proceso de la producción burguesa”.

Después Ricardo dio un paso revolucionario cuando colocó  la determinación del valor por el tiempo de trabajo como el punto de partida para estudiar tanto la organización interna de la economía capitalista como su manifestación externa. Este objetivo fue cubierto por Marx en El Capital. A partir de la categoría de valor elaboró el resto de las categorías económicas. Empezó elaborando las categorías que explican la fisiología interna del sistema capitalista, como por ejemplo, capital constante, capital variable y plusvalía. Y a partir de éstas elaboró las categorías que corresponden a la forma de manifestación de las relaciones esenciales. Por ejemplo, a partir de la categoría plusvalía obtiene Marx la categoría de ganancia. Y deja claro la trabazón interna entre una y la otra. A la economía convencional actual le importa un bledo la trabazón interna del sistema burgués, de ahí que desprecie las categorías  capital constante, capital variable y plusvalía  por poco prácticas e imaginarias. Para la economía convencional las cosas son tal y como se manifiestan en la competencia y en el mercado, y las ideas de Marx son abstracciones metafísicas. De ahí que Adam Smith y David Ricardo sean economistas que interesan a los marxistas para luchar contra la economía convencional, que Marx la catalogaría como vulgar, por sólo estudiar los hechos económicos en su apariencia, tal y como lo vive el capitalista, nada interesado en averiguar la trabazón interna del sistema capitalista. No hablo aquí de las diferencias entre, por una parte, Adam Smith y Ricardo,  y por otra parte, Marx. Hablo aquí de cómo las ideas de Smith y Ricardo pueden usarse para defender el marxismo y los intereses del socialismo. Yo no puedo sentir sino un enorme agradecimiento con Ricardo cuando grita que todas las relaciones económicas y las categorías económicas deben tener como fundamento primero la determinación del valor por el tiempo de trabajo. Cómo no voy a estar contento de que Ricardo le dé al trabajo ese protagonismo  y ese papel tan estelar. Vivimos todavía inmersos en la contradicción entre capital y trabajo.   Es la contradicción principal en la vida humana actual. De ahí que los que estemos del lado del trabajo nos alegremos de que un economista de la altura teórica de Ricardo defienda, conciente o inconcientemente, al trabajo.

Por último, un poco más animado tras la lectura de este texto de Marx, sentí la curiosidad de saber más de Toni Negri y de su concepción sobre el valor. Busqué en internet  y hallé un trabajo suyo titulado “Valor y afecto”, que paso ahora a comentarlo críticamente. Para que el lector no se pierda y sepa con claridad de qué se habla en todo momento, daré algunas definiciones previas de algunos conceptos básicos presentes en El Capital. La mercancía es una unidad de dos caras: valor de uso y valor. Por valor de uso entendemos una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas o una cosa que por sus propiedades puede ser útil al hombre en varios sentidos, y por valor entendemos el hecho de que en toda mercancía se ha gastado una determinada cantidad de trabajo humano. Al igual que la mercancía tiene un carácter doble, igualmente tiene  un carácter doble el trabajo que la crea. Demos la palabra a Marx: “Por un lado, todo trabajo es gasto de fuerza de trabajo humano en sentido fisiológico, y en esta calidad de trabajo humano igual o de trabajo abstractamente humano constituye el valor de las mercancías. Por otro lado, todo trabajo es gasto de fuerza de trabajo humana en forma específica y determinada por su fin, y en calidad de trabajo útil concreto produce valores de uso”. Por lo tanto, cuando hablemos de trabajo concreto nos referiremos a que en cada valor de uso hay encerrada una determinada actividad productiva conforme a un fin, y cuando hablemos de trabajo humano abstracto nos referiremos a que en cada mercancía se ha gastado una determinada cantidad de fuerza de trabajo.

Como valores todas las mercancías son cualitativamente iguales, mientras que como valores de uso son cualitativamente diferentes. Comparemos un coche y un pan. Como valores de uso son cualitativamente diferentes, tienen distintas propiedades y distintas utilidades, mientras que como valores son iguales: en ambos se ha gastado fuerza de trabajo humana. Una de las críticas principales que Marx le formula a Ricardo es no haber estudiado las características especiales del trabajo creador de valores, no haber distinguido el doble carácter del trabajo. Hablemos, por último, del valor de cambio. Todas las mercancías tienen un valor, en ellas se ha gastado una determinada cantidad de fuerza de trabajo, pero ninguna mercancía puede expresar su valor en sí misma. Necesita de otra mercancía para expresar su valor. Así, por ejemplo, si preguntamos: ¿cuánto vale esta mesa en la que escribo? No diré que vale 8 horas de trabajo social medio, sino que vale 100 euros. Como con 100 euros me puedo comprar 500 panes, podré decir que la mesa vale 500 panes. Este es el valor de cambio de la mesa: 500 panes. Así que el valor de toda mercancía puede expresarse por medio de cualquier otra mercancía. Lo que nos dice esta expresión es que en 500 panes se ha gastado la misma cantidad de fuerza de trabajo social medio que en la mesa en la que escribo. Hasta aquí los conceptos elaborados por Marx en El Capital, pasemos ahora a la crítica a Toni Negri.

Empezaré exponiendo de forma sucinta el discurrir de las ideas de Toni Negri. Su propuesta general es transformar la teoría del valor “desde abajo”, desde la base de la vida. Sus tesis punto de partida son dos: una, la posibilidad de medir el trabajo es muy dificil, y dos, la posibilidad de medir la explotación se ha desvanecido definitivamente. Después hace las siguientes afirmaciones: la fuerza de trabajo no es exterior ni interior al capital. De aquí concluye que la teoría del valor queda banalizada como instrumento de la medida monetaria. Y a continuación añade dos ideas: una, el valor de la producción se hace des-mesurado, y dos, la fuerza de trabajo que encontramos en la postmodernidad está situada en un no-lugar con respecto al capital. A partir de aquí propone su teoría del valor-afecto.  Nos advierte que para estudiar el valor-afecto “todas las dialécticas son pésimas, todas incapaces de liberarse de la efectualidad histórica y sus sortilegios. Pasa ahora a definir en que sentido debemos entender el afecto: como potencia de acción,  como potencia de transformación, como potencia de apropiación y como potencia expansiva. Y por último, después del proceso de construcción y de deconstrucción, llega a la siguiente revelación: “El reconocimiento latente que la economía política otorga al hecho que el valor es en adelante una inversión de deseo, constituye una verdadera revolución conceptual”.  Paso ahora analizar en detalle las ideas de Toni Negri.

Primera idea de Toni Negri: “Lo que ha cambiado de manera irreversible, desde la época en que la teoría clásica del valor dominaba, es la posibilidad de desarrollar la teoría del valor en términos de orden económico, y también la consideración del valor como medida del trabajo concreto...”. Fíjense en la expresión “el valor como medida del trabajo concreto”. Antes hablamos de que el trabajo tenía un carácter doble: que lo llamábamos trabajo concreto cuando nos referíamos al trabajo en tanto creador de valor de uso, y que lo llamábamos trabajo humano abstracto en tanto substancia del valor. Por lo tanto, es un error teórico afirmar que el valor sirve para medir el trabajo concreto. El trabajo concreto no se mide. Cuando hablamos del trabajo concreto del carpintero, por ejemplo, hablamos de la madera, del serrucho, del martillo, de las tachas y del conjunto de operaciones que ha de ejecutar con sus manos para hacer los distintos muebles. Esto no se mide. Mientras que cuando hablamos del trabajo abstracto del carpintero estamos hablando de la cantidad de fuerza de trabaja que gasta en hacer cada uno de los muebles, y que la medimos mediante la duración del trabajo.

Segunda idea de Toni Negri: “A lo largo de los siglos, durante los cuales se ha efectuado la modernización capitalista, la posibilidad de medir el trabajo se hace cada vez más difícil”. En verdad no comprendo por qué es dificil medir el trabajo. Los salarios expresan esa medida. No veo que tenga sentido esa afirmación.

Tercera idea de Toni Negri: “Esto no significa que la división internacional del trabajo y la explotación postcolonial hayan terminado. Al contrario, se ha acentuado extraordinariamente. Pero han perdido su especificidad (y por lo tanto la posibilidad de reactivar la teoría del valor en los casos concretos) porque ese tipo de explotación está en sí mismo globalizado, ha invadido los territorios metropolitanos y la posibilidad de medir la explotación se ha desvanecido definitivamente”. El grado de explotación se expresa por medio de la cuota de plusvalía, y no hay ninguna dificultad en aplicarla por muy globalizado que esté el mundo. Miramos el ejercicio anual de todas las empresas. Por un lado, sumamos todos los beneficios generado por cada empresa y todos los intereses, alquileres e impuestos pagados. Todo esto haría el total de plusvalía producida por la empresa. Y por otro lado, sumamos todos los salarios abonados a los trabajadores y todos los gastos en seguridad social. Todo esto haría el total de la fuerza de trabajo gastada. Si ahora dividimos el total de la plusvalía por el total de los costos laborales, obtendremos el grado de explotación de la fuerza de trabajo. Así que no comprendo de ningún modo por qué afirma Toni Negri que la posibilidad de medir la explotación se ha desvanecido completamente.

Cuarta idea de Toni Negri: “Podemos añadir que medir el valor, para Marx, era utilizar una unidad de medida que se formaba fuera (o en cualquier caso, al lado) del proceso capitalista de producción y reproducción de la sociedad”.  El valor se crea en el proceso de producción y se realiza en el mercado. De manera que tanto su creación como su realización son interiores al sistema capitalista. Y por otro lado, el valor de una mercancía se mide por medio de otra mercancía o por medio de la mercancía general, el dinero. Y la mercancía y el dinero no son externos a la producción de la economía capitalista. Por último, el valor es inmanente a las mercancías,  y por lo tanto es totalmente interior a la producción. Así que esa afirmación que hace  Toni Negri sobre la concepción del valor de Marx no es cierta.

Quinta idea: “Podemos en efecto afirmar que a diferencia de lo que ocurría en la época del análisis marxiano, hoy no es posible una definición del valor de uso que pueda formularse independientemente, ni siquiera de forma parcial, del valor de cambio”. Lo que plantea Toni Negri es que yo no puedo definir la mesa en la que escribo como valor de uso independientemente de su valor de cambio, esto es, de su precio. ¿Y por qué? ¿Qué lo impide? Yo puedo definir que la mesa es un  mueble constituido por un tablero sostenido por pies y que sirve para comer y estudiar. Y esta definición la puedo hacer sin tener en cuenta su valor de cambio, esto es, sin tener en cuenta el dinero que he pagado por ella. Así que esa afirmación de Toni Negri es falsa.

Sexta idea. “De este modo, si (en términos clásicos) la teoría del valor tiene que determinar un criterio de medida, no podrá encontrarlo hoy más que en el interior de la constitución global del valor de cambio. Ahora bien, esta medida es el dinero. Pero el dinero, precisamente no es una medida, ni una relación con respecto al valor de uso, sino –en este punto del desarrollo- su simple y pura sustitución”. Todo esto me asombra. Resulta que en la práctica el dinero se usa para medir el valor de todos los bienes y servicios. Esto lo hace todo el mundo: el Estado y la familia. Decir que no es una medida, como hace Toni Negri, cuando es su función básica en nuestra sociedad, en verdad que no se entiende. Es ir en contra de la realidad. Además, el dinero no está en el lugar del valor de uso que compro, sino en  lugar del valor. La mesa vale 100 euros, así lo indica su precio, y eso es lo que yo pago. El dinero está en el lugar del valor de la mercancía no en el lugar del valor de uso. El valor de las mercancías se realiza en el mercado, esto es, se transforman en dinero, mientras que el valor de uso de las mercancías se realiza en el consumo. Las mercancías en el mercado sólo valen como valores, puesto que es la propiedad que las hace iguales, mientras que hay que hacer abstracción de sus valores de uso, puesto que es la propiedad que los hace diferentes.

Séptima idea: “La fuerza de trabajo que encontramos en la postmodernidad está situada en un no-lugar con respecto al capital”. Esta idea no es más que otra manera de decir otra idea que Toni Negri formula previamente: “La fuerza de trabajo no es ya ni exterior ni interior al mando del capital”. Estas ideas me parecen muy poco materialistas y que favorecen generosamente los intereses del capital. En la economía convencional suele ponerse el capital a un lado y el trabajo a otro lado, como si entre ellos sólo hubiera una conexión externa. Marx por el contrario llama a los dos lados, al lado del capital y al lado del trabajo, capital: constante y variable. De manera que, y de acuerdo con Marx, la fuerza de trabajo es capital, aunque capital variable. Y si es capital variable tanto en el viejo capitalismo como en el moderno, carece de sentido plantearse que la fuerza de trabajo no es exterior ni interior al capital. Con respecto al no-lugar, contestaremos de manera práctica.  En todas las empresas al lado de las maquinarias y las materias primas vemos a los trabajadores. En el lugar donde se encuentra el capital, si por capital entendemos los medios de trabajo, se encuentra la fuerza de trabajo. Y si no estuvieran en el mismo lugar, no habría producción de riquezas. Así que carece de sentido afirmar que la fuerza de trabajo se encuentra en un no-lugar respecto del capital.

Octava idea: “Un esquema de reconstrucción desde abajo debe incluir también una percepción del no-lugar, que pueda librarnos de la dialéctica de la modernidad bajo todas sus formas, incluidas aquellas que han intentado desarrollar “desde abajo” la construcción dialéctica del afecto”. Yo creo que esto es mucho pedirle a un marxista. Primero quiere que reconozca que el trabajo y la explotación del trabajo no se pueden medir, y ahora le pide que abandone la dialéctica marxista, la dialéctica hegeliana y la dialéctica en general. La lógica dialéctica contenida en El Capital es demasiado rica y demasiado poderosa como para pensar que pueda abandonarse en el estudio de los tiempos que corren. No creo que los marxistas lleguen a tal nivel de desatino.

Novena idea: “Podemos considerar el afecto como potencia de acción, como potencia de transformación, como potencia de apropiación y como potencia expansiva”.  Si el afecto es eso, entonces EE.UU es un ejemplar de afecto: su potencia de acción económica, política y militar es enorme, transforma a todas las sociedades a las que alcanza su imperialismo en naciones capitalistas dependientes, se apropia de un sinfín de riquezas de todo el mundo, y se expande por todas las partes del globo. Y si lo que dice Toni Negri del afecto puede decirse de EEUU, como de muchísimas cosas más, es evidente que ese concepto no está bien delimitado ni definido.

Décima idea: “El reconocimiento latente que la economía política otorga al hecho que el valor es en adelante una inversión de deseo, constituye una verdadera revolución conceptual”.  Escuchemos a Marx en la sección dedicada a la compra y venta de la fuerza de trabajo:  “Por eso abandonamos esta esfera ruidosa, –se refiere al mercado-  situada en la superficie y visible para todos,  junto con el poseedor de dinero y el de fuerza de trabajo, a fin de seguir a ambos en los lugares ocultos de la producción, en cuya puerta se halla escrito: No admittance except  business. Veremos aquí no sólo cómo produce el capital, sino cómo se produce él mismo. Y se nos revelará por fin el secreto de la plusvalía”. Los capitalistas quieren buscar el secreto de la plusvalía, de cómo el capital multiplica su valor, en el mercado. Marx lo busca en la producción. Toni Negri, por su lado, quiere buscarlo en el deseo, esto es, en el consumo. No hay nada de revolucionario en la idea de concebir el valor como deseo. El deseo pertenece al consumo, y en el consumo las mercancías existen como valores de uso y no como valores. Las mercancías sólo existen como valores en el mercado. Así que esa idea es equívoca.

Pequeña reflexión final. En el mundo actual la contradicción entre el capital y el trabajo sigue siendo la contradicción principal. Y uno puede estar del lado del capital o del lado del trabajo. Yo estoy del lado del trabajo y desde esa perspectiva concibo el mundo. La riqueza, por mucha tecnología que lleve incorporada, es obra del trabajo. El trabajador es el creador tanto del valor de uso como del valor de los bienes y servicios.  Pero esa conciencia aún no es dominante. Se piensa lo contrario: es el capitalista quien con su inversión hace posible que se cree riqueza y puestos de trabajo. Hay que luchar todavía mucho para que sea de reconocimiento social  que la riqueza es obra del trabajo y no del capital, puesto que el capital no es más que trabajo acumulado. Este es el lado en el que yo estoy situado y a esa lucha me ayuda Marx, pero también Ricardo y Hegel. Sin embargo, Toni Negri defiende unas ideas que deja indefenso a los trabajadores, situándolos en el terreno de la incertidumbre y en un mundo ideológico muy simbólico.  Afirmando que el trabajo y la explotación del trabajo no se pueden medir, que el trabajo se encuentra en un no-lugar respecto del capital, y que la concepción del valor como deseo es una revolución conceptual. Nada de esto ayuda a los trabajadores en su lucha contra el capital, cómo tampoco lo ayuda a tener una concepción más realista del socialismo, de la sociedad que todavía ha de superar al capitalismo.

20 de septiembre de 2004.

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