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viernes, 21 de mayo de 2004

Dualismo, reduccionismo y tópicos

En ciertos debates se cometen, a mi juicio, dos errores: uno, no se sabe con claridad qué fin teórico  se persigue cuando se interviene, sencillamente se sale al paso de lo que dice el otro con una simple frase y para llevar al contraria, y dos, se abusa de tópicos y consignas como, por ejemplo,  ‘dualista’ y ‘reduccionista’. Es cierto que Descartes concebía el pensamiento como una sustancia que tenía una existencia independiente del cuerpo. Y a esta concepción se le denomina dualista. No obstante,  esto no implica que el pensamiento no sea algo cualitativamente diferente del cuerpo. El materialismo monista llegó  a tales extremos en los primeros años de existencia de la Unión Soviética que se negaba la existencia de la conciencia, la importancia de su estudio y, con ello, la importancia de la psicología. La etiqueta de dualismo se ha empleado de manera tan infecunda que se aplica a Saussure por concebir la palabra como una unidad de significante y significado, a Marx por concebir la mercancía como unidad de valor de uso y de valor, y a todos los que conciben los fenómenos que analizan como unidades de contrarios.


De manera que el propio hombre, al estar dotado de dos manos simétricas, también debería ser considerado dualista, al igual que los propios imanes deberían ser catalogados de idéntico modo  al estar dotados de dos polos opuestos. Creo que a la hora de intervenir y catalogar la posición filosófica del contrario, habría que ser más fino, más preciso, tener en cuenta los matices. Quien no tiene en cuenta  los matices y los detalles en los debates, inevitablemente cae en posiciones absolutistas. Como si sólo existiera el blanco y el negro. Cuando lo cierto es que entre estos dos colores extremos existe un sinfín de colores distintos y una infinidad de matices diversos de un mismo color. Creo que haríamos bien en exponer más contenidos conceptuales y evitar el uso y abuso de las etiquetas. Esta forma ha sido empleada desde siempre por la extrema izquierda: todo lo que no sea conforme a mis ideas lo catalogo como pequeño burgués y reaccionario.

Lo mismo sucede con la etiqueta ‘reduccionismo’. Se dice de forma tópica que los marxistas son reduccionistas, que reducen la vida humana a la economía y que afirman que la economía lo determina todo en última instancia. Frente al tópico y la frase manida que usan ciertos marxistas, que dicen que la estructura económica determina en última instancia toda la superestructura, se responde con el tópico de que los marxistas son reduccionistas. Ya he dicho en otras ocasiones que las categorías ‘estructura’ y ‘superestructura’, que no aparecen ni por asomo en todo El Capital de Marx, son categorías excesivamente genéricas y con las cuales, en consecuencia, sólo se pueden decir generalidades, y a las cuales inevitablemente sólo se pueden responder con generalidades.

Así que pasemos de las generalidades a los hechos concretos. Si hiciéramos una encuesta entre todos los ciudadanos del mundo y les preguntáramos cuál es el valor más importante en sus vidas, nos dirían: el dinero. Y no tendrían otro remedio que decir lo que han dicho porque hoy día nada se puede hacer  sin dinero. El dinero está en medio de todo y es el resorte de todo. Y la persona que señala esta verdad, este hecho innegable, no puede ser catalogada en razón como reduccionista. Todo el mundo acepta como cierto que el lenguaje lo media todo o está presente en todas las formas de la práctica social, pero el dinero no es menos en esa función mediadora. Y del mismo modo que no se puede catalogar de reduccionista a la persona que señala la omnipresencia del lenguaje, tampoco puede catalogarse de ese modo a la persona que señala la omnipresencia del dinero.  Así que haríamos bien en rehuir de los tópicos y de las etiquetas y nos centrarnos más en los contenidos conceptuales, donde los matices y detalles adquieren una importancia decisiva. También sería bueno que comprendiéramos, cuando debatimos, que todos estamos atendiendo al mismo objeto o situación objetiva, pero que cada cual ve un lado diferente y persigue un fin teórico distinto. De ahí la importancia que tiene la idea que señalé al principio: hay que tener claro que fin se persigue cuando se debate,  y no salirle al paso al otro sin más argumento que incordiar o llevar la contraria.

3 de marzo de 2004.

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