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viernes, 21 de mayo de 2004

El insoportable formalismo de Popper

En un libro de enseñanza secundaria he leído la crítica de Popper a la utopía, de la que afirma que, en última instancia, engendra violencia. Su argumentación es la siguiente: los argumentos utópicos no son ni pueden ser científicos, sino que se acercan más a la creencia, a la religión, a la fe o la simple opinión del autor. Por no ser científicos, ni son refutables ni demostrativos, por lo que el utopista sólo puede apelar al convencimiento moral de sus detractores o a su aniquilación. Así, si el utopista quiere realmente llevar a cabo su utopía, tendrá que imponerla de cualquier modo, sea por la acción violenta directa, sea por la violencia moral.


Con toda franqueza: el formalismo de Popper, su falta de contenido histórico, me revienta. ¿Qué tontería es esa de que las utopías no se pueden refutar? Claro que se pueden refutar. Proudhon, por ejemplo, pensaba que en la futura sociedad socialista todo el valor creado por los trabajadores debía ser entregado a los trabajadores. Esto es una utopía, algo irrealizable. Si todo el valor creado por los trabajadores fuera a parar a manos de los trabajadores, no se podría cobrar ningún impuesto. Y si no hay impuestos que cobrar, los servicios del Estado no se podrían sostener. Incluso en el comunismo, donde el estado tiene que seguir existiendo como administración de la economía, los trabajadores no pueden percibir todo el valor que crean.  También es una tontería afirmar que las utopías no son demostrativas. Claro que son demostrativas, y en la teoría y en la práctica. Cosa distinta es que sus demostraciones sean falsas o acarreen malas consecuencias. Creo que Popper no leyó jamás a Proudhon, menos a Marx, y de economía sabía muy poco. De ahí que no debamos considerarlo una autoridad en el análisis de lo que significa histórica y teóricamente los movimientos utópicos.

Pero lo que  me resulta más indignante es que Popper establezca una vinculación especial de la utopía con la violencia. El ejército, la policía, los jueces y las cárceles representan la violencia organizada. Y bajo este punto de vista cualquier estado, por muy formalmente democrático que sea, es violento. Es más: la sociedad estadounidense, por ejemplo, es muy violenta o hay en su seno mucha violencia. Y el Estado estadounidense, en su política exterior, es extremadamente violento. También fue muy violento el sistema colonial, que fue una de las fuentes principales de acumulación del capitalismo de Europa occidental. E igualmente fueron extremadamente violentas las dos primeras guerras mundiales, engendradas por la rivalidad económica entre las grandes naciones capitalistas de aquel entonces. Por lo tanto, la violencia no tiene un parentesco específico con la utopía, sino con el Estado y toda la historia capitalista. Por supuesto, que la violencia también ha estado estrechamente unida a la historia del socialismo. Y un último por supuesto: la violencia ha estado vinculada a las sociedades salvaje, esclavista y feudal. De manera que aquí vale la cita bíblica: quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y el formalista de Popper, que cree que la verdad tiene por esencia a la lógica formal, tiró la primera piedra, como si la sociedad que él representa y defiende, la sociedad capitalista, estuviera libre de ese pecado. Sin duda que Popper fue un hipócrita de las grandes y un pensador superficial y banal en el ámbito de las ciencias sociales e históricas.

10 de abril de 2004. 

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