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viernes, 28 de mayo de 2004

Principios de la izquierda radical (4)

La dirección de Rebelión me hizo llegar en su momento una valoración crítica de Carlos Enrique Frade sobre mi trabajo “Principios de la izquierda radical (1)”, respecto del cual el autor de la crítica decía lo siguiente: “es una lástima que el trabajo de referencia contenga errores que puede advertir  la “reacción”, quizás provenga del desconocimiento de estos temas por el autor”. Y a continuación detallaba esos supuestos errores, enumerándolos como ejemplos,  que hacían un total de cuatro.

1.     En el trabajo referido yo mantenía que al igual que se ha establecido un salario mínimo, debería establecerse un ingreso máximo, expresado  como tope de ingreso anual y como tope de patrimonio personal. La objeción que plantea Frade es la siguiente: “Suponemos que se parte de patrimonio cero y se consume el ingreso máximo, el patrimonio final será cero. Pero como hay distintos patrones de consumo ¿sería obligatorio un nivel de consumo?, ¿qué haría con el ahorro? (lo mantiene en efectivo, lo deposita en cuenta corriente o lo deposita a interés)”.  Empecemos primero por explicar el sentido del ingreso máximo. Hay personas que ingresan anualmente tales exageradas cantidades de dinero y que poseen tales descomunales patrimonios personales, que tanto lo uno como lo otro sólo son explicables como apropiación de trabajo ajeno. Y la izquierda radical busca que nadie se apropie de trabajo ajeno, que nadie explote a nadie, que cada cual reciba un ingreso que sea proporcional al trabajo que ha realizado. Se trata de cumplir con uno de los principios socialistas más elementales: a cada uno según su trabajo. Aquí no se trata de establecer ningún principio igualitario, sino de establecer que quien trabaja más debe ganar más, y quien realiza un trabajo cualificado debe ganar más que quien realiza un trabajo menos cualificado. Hay que saber que este principio pertenece a la primera etapa del socialismo, donde todavía el interés privado y egoísta domina sobre el interés colectivo, donde todavía no rige el principio de a cada cual según su necesidad. Establecida esta premisa, respondamos ahora a la objeción de Frade. Supongamos que se establezca como tope de ingreso anual la cantidad de 100.000 euros, y como tope de patrimonio personal un millón de euros. Si la persona en cuestión gana 100.000 euros anuales y consume al año 100.000 euros, su patrimonio personal será cero, de acuerdo con el supuesto de Frade de que partimos de patrimonio inicial cero. Pero si cada año nuestro buen ciudadano ahorra 20.000 euros, puede depositarlo en el banco como dinero productor de interés. Supongamos que el interés sea del 5 %, entonces recibirá en concepto de interés 1.000 euros anuales. Como hemos establecido que el tope de patrimonio personal no puede estar por encima de 1.000.000 de euros, entonces al cabo de  aproximadamente 20 años nuestro buen ciudadano, manteniendo constante la cuota de ahorro y su poniendo constante el tipo de interés, habrá llegado al tope patrimonial establecido por la sociedad. Todo lo que exceda de ese tope patrimonial, será requisado por el Estado. Y aquí, en este planteamiento, no veo yo ningún error del que se pueda aprovechar la reacción.
2.     Sobre los enriquecimientos súbitos, aquellos enriquecimientos desproporcionados que se perciben con la recalificación de un terreno, con una operación especulativa en bolsa, o con la obtención de un cargo directivo en una gran empresa privada, Frade plantea lo siguiente: “Los enriquecimientos súbitos pueden evitarse con un impuesto a las ganancias habituales o de capital (enriquecimientos que no provienen de la habitualidad de una fuente productora de ganancias)”. Los impuestos son un medio para redistribuir la riqueza, mientras que el establecimiento de un ingreso máximo es un modo de distribuir la riqueza. El impuesto es un mecanismo económico que se emplea para paliar la desigual distribución de riqueza entre capital y trabajo, mientras que con el establecimiento de un ingreso máximo se trata de establecer una distribución justa de la riqueza, esto es, a cada cual según la calidad y la cantidad de trabajo que aporte a la sociedad. De todos modos, el impuesto siempre será de un determinado porcentaje. De manera que después de aplicar el impuesto a una cantidad dada de dinero, siempre quedará  un remanente en manos de su propietario. Si una persona por una operación especulativa en bolsa se apropia de una ganancia de 500.000 euros,  aplicando una tasa de impuesto, por ejemplo, del 50 por ciento, el propietario se quedará con un remanente de 250.00 euros. Si tenemos en cuenta los presupuestos antes establecidos, esta persona tendrá en su posesión 150.000 euros en concepto de trabajo ajeno. De manera que con los impuestos no aseguramos que haya personas que puedan apropiarse del trabajo de otras personas. No se trata de reformar económicamente el capitalismo por medio de impuestos, sino de cambiar de raíz las relaciones económicas entre los hombres, haciendo cumplir la ley del socialismo de a cada uno según su trabajo.  Establecer un tope al ingreso máximo y al patrimonio personal es el modo de evitar que cualquier persona se apropie del trabajo de otra persona. Y los impuestos no sirven para tal fin.
3.     En su tercer ejemplo Frade nos dice lo siguiente: “Los enriquecimientos súbitos del juego se los grava con un impuesto a los premios”. Cuando yo hablaba de juegos me refería a los juegos en la Bolsa, no a los juegos de azar. Pero refiriéndome a estos últimos, diré  lo siguiente. Todos los trabajadores, en especial los más pobres, sueñan con ganarse un día una cantidad fabulosa de dinero en un juego de azar. Y sueñan con ganar esa cantidad fabulosa de dinero para lograr dos objetivos: dejar de trabajar y disfrutar de la vida. Volverse rico de la noche a la mañana es un sueño y seguirá siendo un sueño para la infinita mayoría de la gente que participa en los juegos de azar, mientras que sólo se hará realidad para una ínfima minoría. Pero esta forma de enriquecerse mantiene en alza el espíritu capitalista: hacerse rico por un medio que no sea el trabajo propio. Y como nosotros, los de la izquierda radical, queremos acabar con el espíritu capitalista, no sería buena política económica gravar con un impuesto los premios, sino liquidar los juegos de azar.
4.     En su cuarto ejemplo Frade hace el siguiente planteamiento: “Los enriquecimientos productos de sucesiones se los grava con un impuesto. El ejemplo de terreno que costó 1000 euros y se lo tiene sin mejoras y al cabo de unos años se  vende por un millón, se grava sobre las ganancias extraordinarias o de capital, pero teniendo en cuenta el lucro cesante si ese dinero hubiera estado depositado a interés en un banco”. Por un lado, los impuestos son un medio para paliar algunas de las desastrosas consecuencias del mercado capitalista, pero nunca serán un medio para acabar con la forma capitalista de producir la riqueza. Y por otro lado, el capital productor de interés es la forma más irracional del capital, puesto que el interés, una de las formas particulares de existencia del plusvalor,  aparece creado por el propio dinero y no por el trabajo. Lo único que se debe tener en cuenta a la hora de establecer el precio máximo que debe percibir el propietario del terreno, donde no ha añadido  trabajo, es la inflación anual. De este modo aseguramos que el propietario del terreno no pierda dinero, pero nunca debemos permitir que se apropie de trabajo ajeno en concepto del interés que le hubiera arrojado durante 20 años el dinero que invirtió en comprar el terreno. El trabajo debe ser siempre la medida para establecer las relaciones económicas entre los hombres, y debe cumplirse el principio socialista de a cada uno según su trabajo.
5.     En este mismo apartado cuatro, Frade hace este otro planteamiento. “Estos son temas que personalmente estudié profundamente y que por supuesto no son de simpatía de los explotadores, al igual que el impuesto denominado “Tobin” que grava los envíos de fondo de un país a otro”. Leído este texto me preocupé por saber cuál es la filosofía del impuesto “Tobin”, y esto fue lo que encontré en Attac Madrid: “Attac ha defendido siempre la necesaria redistribución de la riqueza, y por tanto los impuestos globales, y se ha opuesto siempre al hecho de que la parte de ingresos provenientes del capital crezca en detrimento de la parte procedente del trabajo”. Este punto de vista es justo para las personas adscritas a la izquierda reformista, que no buscan acabar con la forma capitalista de producir la riqueza, sino redistribuir la riqueza por medio de impuestos, teniendo la ilusión de que por medio de ese mecanismo se logrará salvar a los pobres. Pero las personas adscritas a la izquierda radical no pueden estar de acuerdo con esa visión, aunque si pueden prestar su apoyo, puesto que las categorías que maneja la izquierda reformista para representarse la realidad son capitalistas. En ese texto de Attac pueden leerse las expresiones “ingresos provenientes del capital” e “ingresos provenientes del trabajo”. Pero los ingresos provenientes del capital (el beneficio, el interés y la renta) son plustrabajo, trabajo ajeno. No se trata de evitar que los capitalistas ingresen más de lo razonable,  sino de ver que todo lo que los capitalistas ingresan en concepto de beneficio, interés y renta es propiedad de los trabajadores. Y todos los impuestos que graven el beneficio, el interés y la renta serán igualmente propiedad originaria de los trabajadores. El impuesto se lo representa el capitalista como una suma de dinero que sale de su propio bolsillo, como una parte de su trabajo que el Estado le arranca para ayudar a los pobres. Cuando en realidad la suma que representa el impuesto ha llegado a sus bolsillos mediante la apropiación de trabajo ajeno. Así que la izquierda radical no puede aceptar sin más la expresión “ingresos provenientes del capital”, cuando en verdad y originariamente provienen del trabajo. En el mismo documento puede leerse esto otro: “Las propuestas sobre las transacciones de cambio, comúnmente denominado “tasa Tobin”, han progresado enormemente a partir de los trabajos llevados a cabo por todos los Attac del mundo y de las discusiones en los Parlamentos finlandés, canadiense, alemán y belga, que han debatido su adopción. El impuesto para la redistribución de la riqueza tendría un nivel muy bajo, y no afectaría más que a los intercambios especulativos a corto plazo, no a las inversiones productivas”. Cuando se advierte que “el impuesto para la redistribución de la riqueza tendría un nivel muy bajo”, se le está diciendo en voz baja a los capitalistas: No tienen por qué preocuparse, sólo les vamos a quitar una pequeñísima parte de lo que ustedes van a ingresar en concepto de ganancia, que a fin de cuentas redundará en su propio beneficio, puesto que de este modo tendrán a su disposición una mano de obra mucho más cualificada a la que explotar. Esa consigna es un llamamiento a la conciencia socialista y civilizada del capitalista. En lo que respecta a la distinción entre economía especulativa y economía productiva, diré lo siguiente. Nadie en el mundo ha logrado, a lo largo de la variada historia del capitalismo, acabar con la economía especulativa. Para acabar con la economía especulativa habría que acabar previamente con las oligarquías financieras. No hay producto financiero con el que no se pueda especular. A la Bolsa le es consustancial la especulación. Al igual que se especula con la tierra,  tanto con el suelo industrial como con el suelo destinado a viviendas. Es decir: no  hay esfera ni área donde actúe el capital que se pueda evitar la especulación. La especulación, máxime en los tiempos de la globalización, le es consustancial a la forma capitalista de producir la riqueza. De manera que la diferencia entre economía especulativa y economía productiva, como si cada una pudiera existir sin la otra y cómo si hubiera posibilidad de acabar con la primera y conservar la segunda, no me parece acertada ni operativa. La economía productiva está mediada por la economía especulativa. No hay ninguna gran empresa productiva que pueda existir sin el concurso de los bancos o de poderosos accionistas. Es una utopía pensar que la economía especulativa y la economía productiva son dos lados que pueden separarse, y optar por uno en detrimento del otro.
6.     Sólo me resta señalar lo siguiente. He tratado de establecer algunas de las diferencias de posición y de visión que existen entre la izquierda reformista y la izquierda radical. Esto sirve para que cada una conozca mejor la posición y visión de la otra. Pero de ningún modo puede ser usado este trabajo para que la izquierda radical practique una política sectaria y de rechazo con la izquierda reformista. La izquierda radical, como antes indiqué, puede apoyar a la izquierda reformista en su política impositiva, porque a fin de cuentas el impuesto Tobin servirá para que una parte del plustrabajo retorne a los trabajadores. Es importante mantener una continua y sistemática  lucha ideológica con la izquierda reformista, que sea franca y abierta, pero debemos llegar a acuerdos políticos con ella en algunas materias y asuntos. No debería verse el frente capitalista como si fuera un bloque homogéneo, sin fisuras ni debilidades, y sin posibilidad de hacernos con algunos amigos. Hay capitalistas muy civilizados y hay capitalistas bárbaros. Lógicamente nos interesa ahondar  las diferencias entre esos dos bandos, y ganarnos para ciertas luchas al bando civilizado. Hay que ser muy tácticos si queremos avanzar nuestras posiciones. Y en la táctica no debe confundirse nuestro deseo con lo que puede hacerse en cada momento. Hay que mantener las ideas firmes, pero en el terreno de la práctica política, dada la debilidad institucional de la izquierda radical, hay que hacer concesiones. Las ideas tomadas como esquemas fijos nos impiden percibir nuestras posibilidades en la transformación de la realidad, y en ocasiones nos ciegan:  volviéndonos sectarios,  quedándonos solos e impidiéndonos avanzar un solo paso. Ya llegará el momento de ser hegemónicos, pero por ahora estamos muy lejos de esa posibilidad.  Repito: los dirigentes de la izquierda radical deben tener las ideas claras y firmes, pero deben ser también muy tácticos, deben saber llegar al contrario y ganárselo para ciertas causas y en determinados momentos. La izquierda radical, dada su debilidad, no puede apuntar en todas las direcciones a la vez.

      4 de noviembre de 2004.

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