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viernes, 28 de mayo de 2004

Semiótica de la señal (Husserl, Pavlov, Vygotski y Luria)

Introducción

Llevo mucho tiempo intentando ver claro cómo el lenguaje media la percepción sensible.  Hasta ahora sólo había estudiado este problema bajo la óptica de la función nominativa de las palabras. Pero en la segunda quincena de agosto de 2003 viví la inmensa alegría de descubrir una respuesta más clara y elemental en un texto de Luria,  titulado “Comportamiento y lenguaje”.
No obstante, observé que en el discurso de Luria circulaban con carácter básico dos categorías de la Fisiología: la de señal y la de regla de composición de fuerzas en los estímulos complejos. Esto me obligó a ir a Pavlov, a los textos donde habla de la actividad de los hemisferios cerebrales, y ahí descubrí una semiología de la señal, de la que ya les daré cuenta. Por último, buscando una mayor claridad lógico teórica, he ido a Husserl, en concreto a su Investigación Primera de sus Investigaciones Lógicas, donde en los cuatro primeros párrafos expone la esencia de la señal. El curso de la exposición de mis reflexiones sobre la Semiótica de la Señal seguirá el camino inverso que he seguido en su estudio. Empezaré con Husserl, que será la parte más abstracta y difícil de entender, aunque su contenido lógico filosófico es muy rico y riguroso. Seguiré luego con Pavlov, del que espero que se asombren como yo, al comprobar cuánta semiología hay contenida en su estudio sobre los hemisferios cerebrales. Por último, acabaré en Vygotski y Luria, donde espero que vean el modo concreto, o uno de los modos concretos, en que el lenguaje media la percepción sensible. Con respecto al método de exposición diré lo siguiente: procuro, siempre que puedo, emplear las propias palabras que empleó el autor original  y exponer al detalle  sus razonamientos. Domina una forma de citar, como ocurre con Umberto Eco cuando cita a Pavlov, que hace desaparecer la riqueza de detalles y de  sutilezas que emplea el autor citado en sus textos. En su lugar aparecen unos textos empobrecidos,  deformados y vulgares.


HUSSERL


Dos clases de signos. Se queja Husserl de que los términos ‘expresión’ y ‘signo’ sean empleados como sinónimos, cuando entre ellos hay diferencias esenciales. Su argumento es el siguiente: todo signo es signo de algo; pero no todo signo tiene un significado que esté expresado por el signo. Así que podemos distinguir dos clases de signos: aquellos cuyo significado está expresado por el signo y aquellos cuyo significado no está expresado por el signo. (La bandera es señal de la nación, pero en la bandera no está expresado su significado. Mientras que en el signo lingüístico ‘la bandera española’, su significado está expresado en dicho signo) Pero como resulta que hablo del significado tanto cuando está expresado por el signo como cuando  no lo está, se confunden dos conceptos de significados que se deberían diferenciar con claridad.  Los signos, en el sentido de indicaciones, no expresan nada, a no ser que además de la función indicativa cumplan una función significativa. Como primera conclusión afirmaremos que hay dos clases de signos: las señales, que cumplen una función indicativa, y los signos lingüísticos, que cumplen una función significativa.
No niega Husserl que en la conversación viviente, cuando hablamos unos con otros, nuestras palabras, además de significar, contienen señales, que indican o señalan el estado psicológico en el que nos encontramos: animados, enfadados, preocupados, tensos, nerviosos, etcétera. Pero advierte Husserl: “Las palabras desenvuelven su función significativa también en la vida solitaria del alma; y en ésta ya no funcionan como señales”. Husserl pone mucho empeño en que veamos claro la diferencia esencial que existe entre los signos lingüísticos y las señales, entre la función significativa y la función indicativa. Se trata de que lo esencial a los signos lingüísticos es la función significativa, aunque bajo ciertas circunstancias y momentos pueda tener una componente mayor o menor de señal.
La esencia de la señal. Inicia Husserl este párrafo ilustrando el concepto de señal o signo indicativo con varios ejemplos particulares: el estigma es el signo del esclavo, la bandera es el signo de la nación, y los huesos fósiles son signos de la existencia de animales antediluvianos. (Es posible que algunos de estos ejemplos, como el de la bandera, que Husserl los clasifica como señales, sean símbolos o ambos a la vez: señales y símbolos). Añade Husserl que en el caso de los signos arbitrarios creados con propósito indicativo, se emplea el verbo señalar. Y en este sentido se llama señalar tanto a la acción que crea la nota indicadora (aplicación del hierro ardiendo) como a la señal misma, esto es, con referencia a lo que hay que indicar (y, respectivamente, al objeto señalado). Estas distinciones, a juicio de Husserl, no anulan la unidad esencial del concepto de signo indicativo. Y en consecuencia afirma: algo es un signo indicativo cuando sirve de señal de algo para un ser pensante. (Si fuera Pavlov quien se expresara  a este respecto, diría: algo es un signo indicativo cuando sirve  de señal de algo para un  ser dotado de hemisferios cerebrales) Una vez expuesto del modo más simple el concepto de señal o signo indicativo, Husserl nos plantea la siguiente tarea: hay que aprehender lo que hay de común a todos los ejemplos que podamos clasificar como signos indicativos. Y para cumplir con esta tarea lo que debemos hacer es retrotraernos a los casos donde la señal se constituye como vivencia de un sujeto, esto es, a la función viviente de la señal. (La función viviente de la señal, la importancia que tienen las señales para la vida, se verá más claro cuando hablemos de Pavlov). Y a este propósito afirma Husserl: en todos esos casos que reconocemos algo como signo indicativo, ocurre que ciertos objetos de cuya existencia alguien tiene conocimiento actual, le indican a ese alguien la existencia de otros ciertos objetos. Husserl vuelve a formular esta idea, pero aumentando su componente psicológico:  la convicción que tiene alguien de que ciertos objetos existen, es vivido por ese alguien como motivo (motivo no basado en la intelección) de que otros ciertos objetos existen. Y por último, añade lo siguiente: la motivación establece una unidad descriptiva entre los actos del juicio en que se constituyen las situaciones objetivas indicadora e indicada.
Conviene hacer una pequeña parada y madurar estas ideas de Husserl. En primer lugar, debemos advertir que Husserl habla del conocimiento de la existencia de un objeto y no del conocimiento del ser de un objeto. (Mientras que para los animales es suficiente con conocer la existencia de los objetos que constituyen su vida, para el hombre es decisivo conocer el ser de los objetos) Para conocer el ser o los múltiples modos del ser de un objeto, se necesita acumular muchos conocimientos sobre el objeto; mientras que para conocer la existencia de un objeto, basta con conocer algunos aspectos de su ser. Así que del objeto que sirve de objeto indicador y del objeto que sirve de objeto indicado, sólo tenemos conocimiento de su existencia o es suficiente con tener conocimiento de su existencia. En segundo lugar, hemos de observar que el objeto indicador debe ser expresado mediante un juicio, y el objeto indicado mediante otro. Y la unidad descriptiva entre el objeto indicador y el objeto indicado debe ser expresada mediante determinadas categorías verbales. En palabras de Husserl: “Unas cosas pueden o deben existir, porque otras cosas son dadas. Ese ‘porque’, concebido como una conexión entre las cosas, es el correlato objetivo de la motivación, como fórmula peculiar descriptiva del entretejimiento de varios actos de juicio en un solo acto de juicio”. Seamos más concretos: yo afirmo que existe fuego porque existe humo.  El humo me viene dado, yo lo veo, pero el fuego no. Mediante el juicio ‘existe humo’ le doy expresión al objeto indicador, y mediante el juicio ‘existe fuego’ le doy expresión al objeto indicado.  Y mediante la categoría verbal ‘porque’ expreso la unidad descriptiva entre el objeto indicador y el objeto indicado y entretejo un juicio con otro. La categoría verbal ‘porque’, por una parte, objetiva mi motivación, y por otra parte, expresa la correlación objetiva que se da entre el objeto indicador y el objeto indicado.
Mostrar y demostrar. Nos advierte Husserl que la situación fenomenológica ha sido descrita con tanta generalidad,  que comprende no sólo la función de mostrar, propia de la señal, sino también la función de demostrar, propia de la deducción y fundamentación. Ya se señaló anteriormente el carácter no intelectivo de la señal. Mientras que cuando inferimos con intelección la existencia de una situación objetiva de otra situación objetiva, no decimos que la última sea la señal de la primera. Cuando decimos que la situación objetiva A señala que la situación objetiva B también existe, podremos abrigar la esperanza de que la situación objetiva B exista verdaderamente. Pero  al hablar de esta manera no queremos decir que entre A y B existe una conexión visible por intelección y objetivamente necesaria. Los juicios con los que expresamos la situación objetiva indicadora  y la situación objetiva indicada, no se encuentran en la relación de premisa y conclusión. Esto no quita nada al hecho de que tras repetir muchas veces un razonamiento, que nos lleva de unas premisas a una conclusión, llegue el momento en que la simple presencia de las premisas se conviertan en señal de la conclusión. De todos modos, lo que no hay que perder de vista en la función de señal que puede desempeñar las premisas con respecto a la conclusión, es que esta posibilidad está mediada por el proceso previo intelectivo de pasar de unas premisas, a través de una cadena de razonamientos, a la conclusión.
No se olvida Husserl de hablar de las determinaciones objetivas de la unidad descriptiva entre el objeto indicador y el objeto indicado. Y a este propósito dice lo siguiente: “si la señal no tiene referencia esencial ninguna al nexo de necesidad, cabe desde luego preguntarse si no deberá pretender una referencia esencial al nexo de probabilidad. Cuando una cosa señala a otra; cuando la convicción de que la una existe motiva la convicción de que la otra existe, ¿no deberá la convicción motivadora  contener un fundamento de probabilidad para la convicción motivada?”. Husserl responde que sí, y yo lo secundo.
Origen psíquico del concepto de señal. Los hechos psíquicos en que tienen su origen el concepto de señal, pertenecen a ese grupo de hechos que se ha agrupado históricamente bajo el título de asociación de ideas. Si A evoca B en la conciencia, ambas no son sólo conscientes una detrás de otra, sino que se impone una conexión palpable entre ellas, según la cual A señala a B y B existe como perteneciente a A. La continua operación de la función asociativa es la siguiente: configurar las cosas coexistentes de suerte que aparezcan como pertenecientes unas a otras. Dicho más exactamente: configurar con las cosas coexistentes unidades intencionales que parezcan copertenecientes. Les pongo un ejemplo concreto: si el humo evoca en nuestra conciencia el fuego, ambos no sólo son conscientes uno detrás de otro, sino que se impone una conexión palpable entre ellos, según la cual el humo señala al fuego y el fuego aparece como perteneciente al humo. La continua operación de la función asociativa es la siguiente: configurar  el humo y el fuego, que son cosas coexistentes, de suerte que aparezcan como que el humo pertenece al fuego y el fuego al humo.
Resumen. Con el fin de hacer más digerible este texto voy a enumerar las ideas principales del mismo. Hablaré de varios conceptos de señal, pero sólo en el sentido de que con cada concepto expongo un aspecto esencial del signo indicativo, y no en el sentido de distintas concepciones semiológicas sobre el signo indicativo. El proceso discursivo es un hecho que ocurre en el tiempo, y en razón no se puede exponer de una sola vez todos los aspectos de un concepto.
1.     Concepto de señal o signo indicativo: signo cuyo significado no está expresado por el signo. Concepto de signo lingüístico: signo cuyo significado está expresado por el signo. Esto nos lleva a la conclusión de que el significado de una señal y el significado de un signo lingüístico son dos clases de significados esencialmente distintos,  en lo que afecta al modo en que vienen constituidos o son creados.
2.     Concepto de signo indicativo: algo es un signo indicativo cuando sirve de señal de otro algo para un ser pensante.
3.     El signo indicativo como vivencia del sujeto: ciertos objetos de cuya existencia alguien tiene conocimiento actual, le indican a ese alguien la existencia de otros ciertos objetos. El signo indicativo como vivencia del sujeto: la convicción que tiene alguien de que ciertos objetos existen, es vivido por ese alguien como motivo de que otros ciertos objetos existen.
4.     Lo esencial al signo indicativo es el conocimiento de la existencia  del objeto indicador y la del objeto indicado, y no el conocimiento de sus respectivos seres.
5.     En todo signo indicativo hay que distinguir dos extremos: el objeto indicador y el objeto indicado. El objeto indicador debe ser expresado mediante un juicio, y el objeto indicado mediante otro. La motivación vivida por el sujeto es la que establece la unidad descriptiva entre el objeto indicador y el objeto indicado. Y por medio de ciertas categorías verbales, como hemos visto en el caso de la categoría ‘porque’, por una parte, se objetiva la motivación, y por otra parte, se entretejen los juicios que expresan al objeto indicador y al objeto indicado.
6.     Lo esencial de la señal es mostrar, mientras que lo esencial de la fundamentación y deducción es demostrar. El salto de las premisas a la conclusión es intelectivo, mientras que el salto del objeto indicador al objeto indicado es asociativo. Después de un conocimiento reiterado de las razones que nos llevan de las premisas a las conclusiones, las premisas se convierten en señales de la conclusión.
7.     El objeto indicador no sólo señala al objeto indicado, creando en el sujeto la expectativa de que el objeto indicado aparezca, sino también evoca en el sujeto la representación del objeto indicado.
8.     La operación fundamental de la función asociativa consiste en configurar cosas que son coexistentes como cosas copertenecientes.
9.     Entre el objeto indicador y el objeto indicado no existe una relación de necesidad, pero sí de probabilidad. Esta probabilidad se funda en la coexistencia que se produce entre el objeto que funciona como objeto indicador y el objeto que funciona como objeto indicado, y en que esta coexistencia se da de forma regular.






PAVLOV


Pequeña advertencia para los pensadores de pies ligeros

Umberto Eco, en su Tratado de Semiótica General, habla de los experimentos de Pavlov, pero lo hace de una manera tan poco rigurosa y tan poco  profunda, que los lectores de su libro se harán con una idea muy equivocada de lo que representa el pensamiento de Pavlov para la Semiótica. Es propio de los filósofos, por lo que se ve también de algunos semiólogos, reflexionar sobre los resultados de otras ciencias sin cuidarse para nada del proceso teórico que ha llevado a dichos resultados. Esto ha pasado y pasa con las reflexiones filosóficas sobre la teoría de la relatividad de Einstein, y según parece también ocurre con las reflexiones semiológicas sobre la teoría fisiológica de Pavlov. No podemos reflexionar semiológicamente sobre los resultados de los experimentos fisiológicos de Pavlov sin conocer los detalles del curso de su investigación, y sin conocer las mínimas nociones fisiológicas que se necesitan para comprender la actividad nerviosa superior de los hemisferios cerebrales. Y esta es mi advertencia: en mi exposición hay  mucha fisiología y no podía ser menos. Si no lo hiciera así, mi exposición carecería de rigor y las consecuencias que extraería para la Semiótica carecerían de fundamentos firmes. Esto no quita que mi tarea central sea destacar el componente semiótico que hay en la teoría fisiológica de Pavlov.


Introducción

Aunque no admito como cierta la idea de que todo es signo, si considero como cierto que en todos los fenómenos de la vida humana y de la vida animal están presentes los signos. Esta universalidad que se da por el lado del objeto debe buscarse también por el lado del sujeto. Resulta sorprendente que esta determinación de la universalidad semiótica del sujeto la hallemos en la fisiología del cerebro elaborada por Pavlov. En la fisiología actual se habla de reflejo condicionado para nombrar a la actividad del segmento superior del sistema nervioso central. Pero en los propios textos de Pavlov podemos encontrar la forma originaria en que éste denominó a dicha actividad nerviosa superior, y que tiene claro sabor semiótico. Escuchemos pues a Pavlov: “Por lo tanto, la actividad fundamental y más general de los hemisferios cerebrales consiste en señalar al organismo las variaciones del medio ambiente transmitidas por las correspondientes señales”. “Esta actividad de los hemisferios cerebrales ha sido llamada por nosotros actividad señaladora”. “Siendo el objeto de estudio la actividad de los hemisferios cerebrales, aparatos grandiosos de señalización de alta sensibilidad, se concibe que los estímulos más variados actúen continuamente sobre el animal por medio de este aparato”. Por lo tanto, el cerebro, que es el órgano que preside las relaciones más complejas de los animales con el mundo exterior, es un aparato de señalización de alta sensibilidad. Aquí encontramos, por consiguiente, la definición que expresa la universalidad semiótica del sujeto. Así que la universalidad semiótica por el lado del objeto se presenta en el hecho de que en todos los fenómenos de la vida humana y de la vida animal están presentes los signos, y por el lado del sujeto, en el hecho de que la actividad fundamental de los hemisferios cerebrales es la actividad señaladora.


El lenguaje o el segundo sistema de señales


En el animal la realidad es señalada casi exclusivamente por señales que tienen que ver con la satisfacción de sus necesidades elementales: comer, defenderse de los depredadores y procrear. Es el primer sistema de señales y lo comparten en común el hombre y el animal. El lenguaje constituye el segundo sistema de señales de la realidad y es la señal del primer sistema de señales. En muchas ocasiones ha repetido Magariños que desde que usamos el lenguaje semiotizamos el objeto al que nos referimos por medio de él. Esta idea es parecida a la formulada por Pavlov, aunque éste la plantea de forma inversa: el segundo sistema de señales, el lenguaje, se edifica sobre el primer sistema de señales o es la señal de las primeras señales, los llamados estímulos señales. También podríamos decir que la actividad nerviosa de los hemisferios cerebrales se realiza por medio de dos mecanismos: la  actividad señaladora y el lenguaje. Las condiciones que hacen posible que ciertos agentes del mundo externo se transformen en estímulos señales no incluyen la existencia del lenguaje. Sin embargo, las condiciones  de existencia del lenguaje si incluye la existencia de los estímulos señales. Así que el mundo exterior está semiotizado originariamente por medio de la actividad señaladora del animal y no por medio de su actividad lingüística. El estudio que nos proponemos aquí sólo tiene que ver con el primer sistema de señales.


De la Psicología a la Fisiología por medio de la Semiótica


Pavlov se había dedicado inicialmente al estudio del aparato digestivo y en especial al trabajo de sus glándulas. Pero continuamente en sus investigaciones se veía asaltado por los llamados estímulos psíquicos o reacciones psíquicas. El perro segrega saliva cuando le ponemos un alimento en la mucosa bucal, pero también la segrega cuando sólo lo ve o sólo lo huele, e incluso cuando tiene delante de sí el recipiente donde se le sirve la comida o cuando oye los pasos de la persona que habitualmente le da de comer. A la primera reacción salivar, la que se produce por el contacto del alimento con la mucosa bucal, se le denominaba forma fisiológica del reflejo, y a la segunda reacción salivar, la producida por estímulos que actúan a distancia, se la denominaba forma psicológica del reflejo. Así que Pavlov se vio impelido a estudiar la forma psicológica del reflejo. Hasta ese entonces la Psicología estudiaba la forma psicológica del reflejo por medios subjetivos: se trataba de que el investigador imaginara qué sentía el perro que segregaba saliva cuando veía el alimento a distancia, utilizando por vía comparativa lo que el propio investigador sentía en idéntico caso. Este método lo intentó Pavlov al inicio de sus investigaciones, pero nunca pudo ponerse de acuerdo con sus colaboradores ni dio con un suelo firme para prosperar. En ese entonces la Psicología era un saber con poca credibilidad social  y no tenía asegurada su estatuto dentro de las ciencias. De ahí que Pavlov dudara que la Fisiología se tuviera que apoyar en la Psicología para estudiar lo que hasta entonces se llamaba estimulación psíquica. Su camino fue seguir sus investigaciones de modo puramente objetivo, tomando sólo en consideración la faceta objetiva, es decir, considerando exactamente la estimulación hecha al animal en un momento dado y examinando su respuesta,  ya en forma de movimientos o en forma de secreción. Así que en vez de apoyarse en la Psicología para estudiar los estímulos psíquicos, lo que hizo fue arrancar de las manos de la Psicología  el estudio de esos fenómenos. Y el camino que lo llevó del tratamiento psicológico de esos fenómenos al tratamiento fisiológico de los mismos le hizo atravesar previamente el camino semiológico. Las propias categorías usadas por Pavlov en su investigación y el orden temporal en que se presentaron indican ese camino: lo que primeramente se denominó estímulo psíquico, pasó a denominarse después estímulo señal, para denominarse finalmente estímulo. Por el lado del sujeto ocurre lo mismo: lo que primeramente se denominó reacción psíquica, se denominó después actividad señaladora, para denominarse finalmente reflejo condicionado.


La lucha por la alimentación o la importancia del tubo digestivo


Escuchemos directamente a Pavlov: “No se debe a la casualidad que la lucha por el pan cotidiano domine todos los acontecimientos de la vida humana. El pan encarna la vieja conexión existente entre todos los seres vivos y el medio ambiente”. Esto es totalmente cierto en la vida animal, puesto que los animales se pasan la mayor parte del día luchando por conseguir los alimentos; y es básicamente cierto en la vida humana, puesto que quien no come se muere. Se trata sencillamente de destacar que el alimento constituye la conexión básica entre el animal y el medio ambiente. Y el hecho de que el hombre esté dotado de un lenguaje que le permite una adaptación más compleja con el medio ambiente, no resta nada al hecho de que el alimento sigue representando su conexión básica. Puesto que el hombre para desplegar su actividad semiótica necesita estar vivo. Y para estar vivo necesita cuanto menos alimentarse.
Las sustancias nutritivas ingeridas han de pasar en un primer momento por el tubo digestivo. La primera participación de estas sustancias nutritivas en la vida es lo que se llama digestión. El aparato digestivo es un tubo que atraviesa por completo el organismo y que comunica con el exterior por sus dos extremos. Está constituido por un conjunto de laboratorios químicos pertrechados con distintas instalaciones mecánicas. Los aparatos mecánicos están constituidos por el tejido muscular que forma parte de la pared del tubo digestivo. Mientras que los jugos son producidos por el tejido glandular, que forma parte de la pared del tubo digestivo o se halla fuera de éste en masas aisladas que comunican con él por medio de conductos. Les he hablado del tubo digestivo por dos razones: una, porque es un aparato que permite al hombre estar conectado con el medio ambiente, y dos, porque la actividad nerviosa superior de la que vamos a hablar forma parte de la conexión alimenticia. Se trata sencillamente de saber que el hombre no sólo tiene cerebro, como creen los filósofos, sino también estómago; y que en su origen, el cerebro estaba al servicio del estómago. Tal vez esto siga ocurriendo hoy día  con los mendigos que por la calle nos piden que les paguemos el desayuno o la cena: sus cerebros están muchas horas del día al servicio del estómago.


Elevado grado de adaptación funcional de las glándulas digestivas


Las glándulas digestivas funcionan según sea  la naturaleza del objeto introducido en el tubo digestivo, según sea útil o perjudicial para el organismo, seca o líquida, y según su composición química. Si introducimos una sustancia comestible en la boca del perro, segregará una saliva espesa y viscosa; mientras que si introducimos ácido, tal vez se produzca la misma cantidad de saliva que en el caso anterior pero será de calidad distinta: acuosa y fluida. Si introducimos pan en la boca del perro, segregará más saliva que si introducimos carne. Por lo tanto, la cantidad y la calidad de la saliva segregada dependerán de las propiedades mecánicas y químicas de la sustancia introducida en la boca del animal. Nos hallamos  ante hechos tan precisos y constantes que todo hace pensar que el perro posee una especie de discernimiento. Y así es, pero dicho discernimiento no tiene nada que ver con la actividad del cerebro, sino con la actividad del segmento inferior del sistema nervioso central, esto es, con la médula. El mecanismo mediante el cual el organismo realiza este discernimiento es un hecho conocido por la Fisiología desde los tiempos de Descartes, a quien debemos la elaboración del concepto de reflejo.


La noción de reflejo


Las distintas reacciones salivares que mencionamos anteriormente  son reacciones de adaptación al medio ambiente a las que se denominan reflejos. Las propiedades mecánicas y químicas introducidas en la boca del animal actúan sobre ciertas terminaciones nerviosas, la excitación nerviosa producida en estas terminaciones son conducidas por los nervios centrípetos hacia el centro nervioso, y desde allí por medio de los nervios centrífugos la excitación llega a la glándula salivar y la pone en funcionamiento. Dicho de forma más simple: cada agente exterior específico provoca una reacción específica en la materia viva. Estamos frente a un ejemplo típico de lo que se llama adaptación o conformidad a fin.


La noción de sistema o qué es la adaptación


Se pregunta Pavlov qué es la adaptación, y responde del siguiente modo: una exacta coordinación entre los elementos de un sistema complejo y una exacta coordinación entre este sistema y el medio ambiente Si el perro no está perfectamente adaptado al mundo exterior, inevitablemente muere. Si en vez de ir en busca del alimento se aleja de él,  si en lugar de huir de los depredadores permanece inmóvil, dejará de existir.  Debe reaccionar ante las influencias del mundo externo de modo tal que sus respuestas  le aseguren su existencia. No se puede existir como una entidad determinada si no se está en constante equilibrio con las variadas circunstancias ambientales. Si se rompe el equilibrio, dicha entidad deja de existir como sistema. Los reflejos son los mecanismos de esta adaptación continua, de este continuo restablecimiento del equilibrio.


Dos clases de reflejo


Las reacciones salivares que provocaban el pan, la carne y el ácido al entrar en contacto con la mucosa bucal del perro, las sigue provocando cuando están a cierta distancia. Los alimentos secos provocan abundante saliva, los jugosos poca. Las sustancias comestibles provocan una saliva espesa y rica en mucosidad, mientras que las sustancias no comestibles provocan una saliva fluida y acuosa. Estos segundos reflejos son lo que tradicionalmente se llamaron estímulos psíquicos y cuyo estudio fisiológico estuvo dejado de lado hasta la llegada de Pavlov.


Diferencias entre las dos clases de reflejo


La diferencia más palpable es que en la forma fisiológica del reflejo la sustancia entra en contacto directo con el organismo, mientras que en la forma psicológica la sustancia  actúa a distancia. Esta diferencia es considera por Pavlov no esencial, y reduce la diferencia al hecho de que se actúa sobre diferentes partes excitables del animal: en un caso sobre la mucosa bucal, y en otro caso, sobre la nariz, los ojos y los oídos. Si bien bajo el punto de vista fisiológico esta diferencia no es esencial, si lo es bajo el punto de vista filosófico y semiológico. No en vano Hegel catalogó a la vista y al oído como órganos de los sentidos teóricos, porque no operan ninguna modificación en el objeto, mientras que al tacto y al gusto los catalogó como órganos de los sentidos prácticos, porque si operan una modificación en el objeto. La diferencia esencial en el ámbito fisiológico la ve Pavlov en el siguiente hecho: en la forma fisiológica del reflejo la actividad de las glándulas salivares está ligada a las propiedades de la sustancia sobre las que recaerá la acción de la saliva. Mientras que en la forma psicológica del reflejo el perro es estimulado por propiedades del objeto ajenas a la actividad de las glándulas salivares y por propiedades totalmente accidentales que nada tienen que ver con el objeto. En el experimento psíquico hacen de estímulo no sólo ciertas propiedades del objeto, sino también multitud de agentes variados que rodean o están próximos al objeto: el recipiente donde se le sirve la comida, la sola vista de la persona que le sirve la comida, el ruido de sus pasos, etcétera. No cabe duda  que en la forma psicológica del reflejo nos encontramos con un mecanismo de adaptación más avanzado y sutil que el constituido por la forma fisiológica del reflejo.


Importancia de la forma psíquica del reflejo


La relación que se establece entre el ruido de los pasos de la persona que habitualmente le da la comida al perro y la actividad de sus glándulas salivares no ofrece aparentemente una particular importancia fisiológica. Pero bastará imaginarse el caso de un animal cuya saliva contenga un veneno defensivo para apreciar la importancia de esta medida preventiva para defenderse del enemigo. La importancia decisiva de las señales advertidoras de los objetos se puede apreciar en toda su dimensión cuando tenemos en cuenta la reacción motora del organismo. Gracias a los olores los animales pueden ir en busca de los alimentos, y gracias a los ruidos que provocan los depredadores las presas pueden iniciar la huida antes de que aquellos tengan a éstos entre sus colmillos. Sólo quiero destacarles que estos estímulos señales son, en principio, de dos clases: advertidoras de los depredadores y localizadoras de los alimentos.


La actividad señaladora de los hemisferios cerebrales


La reacción normal del animal es provocada no sólo por los agentes exteriores esenciales para el organismo, como pueden ser los alimentos, sino también por una innumerable cantidad de otros agentes cuya única misión es la de señalar la presencia de los primeros. El medio ambiente que rodea el animal es de  tal complejidad y de tal movilidad,   que su organismo no tiene posibilidad de guardar el equilibrio si no reacciona ante todas las variaciones del medio ambiente. Y los reflejos condicionados o la reacción ante los estímulos a distancia constituyen el mecanismo que permite dichas respuestas. Por lo tanto, la actividad fundamental y más general de los hemisferios cerebrales consiste en señalar al organismo las variaciones del medio ambiente transmitidas por las correspondientes señales.


La noción de reflejo condicionado o qué es la señalización


Ponemos en la boca de un perro una sustancia comestible y al cabo de pocos segundos comienza  a salivar. Este es el efecto de las propiedades mecánicas y químicas del alimento sobre la mucosa bucal. Es un reflejo innato o incondicionado. Esto nos explica porque un perro privado de hemisferios cerebrales moriría de hambre, puesto que no  comería aunque tuviera el alimento delante de él, sólo comería cuando le pusiéramos el alimento en la boca. Sin hemisferios cerebrales no hay conexión entre el aspecto cromático del alimento y la reacción alimenticia. De este modo comprendemos, por una parte,  la insuficiencia de los reflejos innatos, su carácter imperfecto y limitado, y por otra parte, la extrema importancia de los estímulos señales. Se pregunta Pavlov a tenor de lo dicho qué es la señalización y cómo comprenderla bajo el punto de vista fisiológico. Sabemos que el reflejo es una reacción necesaria y regular del organismo ante los agentes exteriores, y que esta relación se lleva a cabo por medio de un determinado segmento del sistema nervioso, a saber, la médula. Resulta evidente que la señalización tiene todos los componentes del proceso nervioso llamado reflejo. El reflejo necesita primeramente de un estímulo externo, que como hemos visto pueden ser los sonidos producidos por los pasos de la persona que habitualmente le da de comer al perro. Dicha estimulación alerta el oído del perro  y es conducido por vías nerviosas adecuadas al segmento superior del sistema nervioso central, a los hemisferios cerebrales, y desde ahí por vías nerviosas también apropiadas la estimulación llega a las glándulas salivares que la ponen a trabajar. De ahí que Pavlov sea partidario de denominar  reflejo  a la actividad señaladora de los hemisferios cerebrales. Como su investigación es de naturaleza fisiológica, la necesidad de la nueva nominación es del todo apropiada. Pero como nuestra investigación es de naturaleza semiológica nos conviene quedarnos con la anterior denominación de la actividad nerviosa de los hemisferios cerebrales: actividad señaladora.


Diferencias fisiológicas entre la primera clase de reflejos y la segunda


El alimento, por sus propiedades mecánicas y químicas, provoca un reflejo en el animal desde que nace. Mientras que el nuevo reflejo, la reacción salivar ante el sonido producido por los pasos de la persona que habitualmente le da la comida, se elabora poco a poco en el transcurso de la existencia individual.  Pero esta diferencia no debe considerarse tan esencial como para invalidar la conveniencia de denominar reflejo a la actividad nerviosa de los hemisferios cerebrales. La diferencia no está en el mecanismo nervioso en sí mismo, que como hemos visto es igual en el reflejo innato que en el reflejo adquirido, sino en la elaboración de dicho mecanismo reflejo.


Diferentes formas de denominar a los reflejos incondicionados y a los reflejos condicionados

Los primeros pueden ser denominados reflejos innatos porque nacen con el organismo, y  los segundos adquiridos porque se elaboran a lo largo de la existencia individual. Los primeros pueden ser denominados genéricos puesto que pertenecen a toda la especie, y  los segundos individuales ya que cambian de un individuo a otro y para un mismo individuo según el tiempo y las circunstancias. También resulta adecuado denominar a los primeros reflejos por conducción y  a los segundos por cierre de circuitos. Como podrán observar las distintas formas de denominar a los reflejos incondicionados y a los condicionados destacan distintos aspectos de dichos reflejos. De manera que cada esfera de saber debe decidir cuál es la forma de denominación que más le conviene. Creo que filosóficamente la denominación más adecuada es la de reflejos genéricos y reflejos individuales, y semióticamente la más adecuada es la de reflejos innatos y actividad señaladora. Bajo el punto de vista  sociológico es posible que la mejor denominación sea la de reflejos innatos y reflejos adquiridos.


Circunstancias bajo las que se forma el reflejo condicionado

Llamaremos estímulo absoluto o incondicionado a las sustancias comestibles  que provocan la reacción salivar en el animal. La condición  fundamental para que se elabore un reflejo condicionado es que el agente externo hasta ese momento indiferente actúe un poco antes del estímulo absoluto. Actuamos sobre el oído del perro por medio de los sonidos de un metrónomo e inmediatamente le damos de comer. Al cabo de cierto tiempo, después de repetir esta experiencia unas cuantas veces, los sonidos del metrónomo provocan  por sí mismo la salivación. Si primeros le diéramos de comer al perro y después hiciéramos sonar al metrónomo, de ninguna manera los sonidos del metrónomo se convertirían en estímulo señal, de ningún modo provocarían la reacción salivar en el perro.

Correspondencia y no-correspondencia de las señales con la realidad

En virtud del lenguaje nos hemos hecho con la concepción, por una parte, de que el signo significa lo que significa porque nosotros le hacemos corresponder una determinada representación que hace de significado, y por otra parte, que lo que significa un signo es obra y resultado de un convenio entre los seres humanos. En el caso del primer sistema de señales esta explicación no es válida. El gong de la campana funciona como señal si acto seguido se le sirva el alimento al perro. En este caso el gong de la campaña señala al alimento. Pero si después de hacer sonar la campana no le damos de comer al perro, y esta experiencia se repite varias veces, el gong de la campana dejará de ser señal, puesto que ya no señala al alimento y, por consiguiente, no provoca en el perro la expectativa de que el alimento aparecerá ni lo hace salivar. Así que cuando una señal deja de corresponder a la realidad, deja de señalar al alimento, pierde su condición de señal. Aquí el significado de la señal no depende de ninguna convención ni de ninguna representación interna.



Experimento 1


Supongo que el lector ha tomado ya buena nota de las circunstancias bajo las que se forman los reflejos condicionados, que hemos hecho sonar el metrónomo un poco antes de servirle la comida al perro, y que esta experiencia se ha repito un determinado número de veces. Así que  actuamos  sobre el oído del perro por medio de los sonidos de un metrónomo. Al cabo de nueve segundos empieza a segregar saliva y en cuarenta y cinco segundos se han recogido un total de once gotas. Por lo tanto, una estimulación extraña a la acción de comer, unos sonidos, ha puesto a la glándula salivar en actividad, lo que debe ser considerado un componente del reflejo alimenticio. También se puede observar otro componente de este reflejo: el motor. Después de actuar sobre el oído del perro mediante los sonidos del metrónomo, el animal ha vuelto la cabeza hacia el lugar por donde habitualmente se le sirve la comida. Por lo tanto, se trata de una actividad señaladora: los sonidos del metrónomo señalan el alimento, ya que el perro responde a ellos de la misma manera que para las mismas sustancias nutritivas. Siendo más estrictos en términos semióticos formularemos esta idea del siguiente modo: los sonidos del metrónomo señalan la futura presencia del alimento  y provoca en el perro la expectativa de que el alimento aparecerá.


Experimento 2


Como el perro tiene que ver el alimento antes de ingerirlo, y esta es una experiencia que se repite de forma continua, con sólo verlo segrega saliva. Así que mostramos el alimento al perro y al cabo de cinco segundos empieza a salivar y en 15 segundos se obtienes seis gotas de saliva. Se trata igualmente de una actividad señaladora, el aspecto cromático del alimento señala la presencia del alimento y no su futura presencia. Tampoco provoca en el perro la expectativa de que el alimento aparecerá puesto que ya aparece. El aspecto cromático del alimento no sólo señala su presencia, sino también es una señal de identificación del propio alimento. Podríamos también afirmar que el aspecto cromático del alimento es señal de sí mismo, esto es, del propio alimento; y no como los sonidos del metrónomo, que señalan a otro cuerpo distinto de sí mismo.


Experimento 3


Tsitovich separó unos cachorros de su madre y los alimentó exclusivamente con leche durante bastante tiempo. Cuando a estos cachorros se les presentaba carne o pan, no segregaban saliva. Con esto se demuestra que el aspecto cromático del alimento por sí mismo no es un excitante de la secreción salivar. Es necesario que los perros hayan comido varias veces pan y carne, para que después a la vista de estos alimentos segreguen saliva. Dicho de otro modo: el aspecto cromático del alimento sólo se convierte en señal del propio alimento si éste es ingerido por el perro. Esto pone de manifiesto las limitaciones de la vida animal, su dependencia de las conexiones primarias. Y todo lo que vaya más allá de estas conexiones primarias no existe para el animal, ni como objeto de sus actos ni como señal de los objetos de sus actos.


Experimento 4


Introducimos ácido teñido de negro en la boca del perro y éste empieza a salivar. Cuando sólo le mostramos el ácido teñido de negro, el perro saliva. Pero hay más: si teñimos agua de negro y se la mostramos al perro, también segrega saliva y rehuye de ingerirla. Se ha producido un proceso de generalización: no sólo provoca salivación el ácido teñido de negro sino también el agua teñida de negro. El color negro de un líquido señala al perro una sustancia nociva.  Esta señal corresponde a la realidad en el caso del ácido teñido de negro, pues efectivamente el ácido es una sustancia dañina; pero no corresponde a la realidad en el caso del agua teñida de negro, pues efectivamente el agua no es una sustancia dañina.


Experimento 5


Este experimento me lo he imaginado yo. Supongamos que acostumbramos a unos cachorros a beber agua teñida de negro durante bastante tiempo. Un día le presentamos el recipiente con ácido teñido de negro y los cachorros se lanzan a beber. Nada más tener el ácido en la boca segregarán una saliva acuosa y se apresurarán a escupirlo. El color negro del ácido era una señal identificativa del agua. Pero después de la experiencia con el ácido teñido de negro, el color negro se convirtió en señal de alimento dañino para el perro. También podemos conjeturar que el sentido de la vista engañó al perro, pues lo que vio como agua no lo era, pero el sentido del gusto enmendó el error. Los sentidos pueden ser engañados,  pero no a todos a la vez.


Alusión a Umberto Eco.

Escuchemos pues al semiólogo italiano en su Tratado de Semiótica General, en la sección donde habla del estímulo como umbral inferior de los límites naturales de la Semiótica: “Según el conocido experimento de Pavlov, un perro segrega saliva, cuando se ve estimulado por el sonido de una campanilla,  por puro reflejo condicionado”.  A esto se llama hablar con pies ligeros, no tocar el suelo de la fisiología y  ver las cosas de lejos. Justamente Umberto Eco no es ejemplo de que los experimentos de Pavlov sean tan conocidos como se supone. Pues resulta, en primer lugar, que el reflejo condicionado no es puro sino todo lo contrario: se elabora en el transcurso de la existencia individual. En segundo lugar, cualquier reflejo condicionado puede consolidarse o extinguirse, pues pertenece a su esencia ser una conexión temporal, de manera que confirmamos por segunda vez su impureza. En tercer lugar, un perro no saliva porque se vea estimulado por los sonidos de una campanilla. Sólo ocurre esto cuando antes de darle de comer,  hacemos sonar la campanilla. Así que por sí misma la campanilla no hace segregar saliva al perro. Sólo lo hace cuando forma parte de la conexión alimenticia. Y en cuarto lugar, el sonido de la campanilla no es estrictamente un estímulo, sino un estímulo señal. Si no fuera señal de la futura presencia del alimento, no sería estímulo de la secreción salivar. Resulta sorprendente que un semiólogo descuide el componente semiótico presente en la Fisiología de Pavlov, y que llame  estímulo lo que el fisiólogo Pavlov denominó de forma semiológica: estímulo señal. Escuchemos ahora lo que dice Umberto Eco inmediatamente después de haber hecho aquella afirmación: “Sin embargo, desde el punto de vista del científico, que sabe que a determinado sonido de la campanilla deberá corresponder determinada reacción (salivación), la campanilla está en lugar de la salivación, aunque el perro no esté presente o la campanilla no haya sonado todavía: para el científico, ya hay una correspondencia codificada entre dos fenómenos, de modo que en adelante el uno puede representar al otro”. Aquí no sólo se muestra Umberto Eco como un pensador de pies ligeros, sino  también como un pensador de saltos. No está de más saber que por medio de los saltos nos ahorramos los pasos intermedios y nos da la posibilidad de  dirigirnos  hacia donde queramos. Supuestamente Umberto Eco empezó a hablar de la actividad señaladora de los hemisferios cerebrales, y el ejemplo de la campanilla servía para ilustrar dicha actividad. Pero a continuación saltó a la labor de los científicos y, por consiguiente, pasó a hablar del segundo sistema de señales, del lenguaje. Y en este ámbito acomodó los hechos a los conceptos que él previamente y de modo abstracto había elaborado. Este concepto es el de signo como algo que está en lugar de otra cosa y a la que representa. Pero cuando se acomodan los hechos a los conceptos, se termina por tergiversar los hechos. Entremos en detalles. Si el perro reacciona ante los sonidos de la campanilla del mismo modo que lo hace ante las propiedades mecánicas y químicas de la carne, podríamos afirmar que los sonidos de la campanilla están en el lugar de la carne y que la representan. Pero hay una diferencia esencial a este respecto: la saliva actúa sobre las propiedades mecánicas y químicas de la carne,  pero no actúa sobre los sonidos de la campanilla. Hay también una diferencia fenomenológica  digna de mención, que sale a relucir cuando tenemos en cuenta el componente motor de la reacción salivar: si bien el sonido de la campanilla actúa sobre el oído del perro, la atención de éste no está dirigida a la campanilla sino hacia la futura aparición del alimento. De todos estos aspectos semiológicos que pueden ser estudiados en el estricto ámbito de la fisiología de Pavlov, Umberto Eco no dice nada. Y cuando salta a lo que ocurre con el científico en el ámbito de los experimentos fisiológicos con perros, sencillamente acomoda los hechos a los conceptos que tiene establecidos previamente. Y  llega así a la afirmación siguiente:  para el científico los sonidos de la  campanilla están en el lugar de la reacción salivar. Es evidente que esto es un salto de rana de Umberto Eco, puesto que no se sabe de dónde extrajo esta afirmación y cuál es su necesidad. Lo que sabe el científico es que si hace sonar la campana antes de darle de comer al perro, sólo con el sonido de la campana puede hacer salivar al perro. También sabe que si hace sonar la campana y no le da de comer al perro, los sonidos de la campana no provocan salivación en el perro. E igualmente sabe que si hace sonar la campana después de darle de comer al perro, tampoco provocará en éste salivación alguna. Todo esto lo hace experimentalmente y lo sabe experimentalmente. Lo que no tiene sentido es que el científico conciba los sonidos de la campana como algo que está en lugar de la secreción salivar, puesto que no hay ninguna necesidad experimental que así lo exija.  ¿A razón de qué es necesaria entonces esta concepción? A razón de la ligereza de pies de Umberto Eco, que le impide tocar el suelo de la fisiología, y así no ve las cosas de cerca. Y cuando no vemos las cosas de cerca, muchos aspectos de ellas no los vemos y algunos aspectos los mal interpretamos.


Conclusiones


Al hablar de los fenómenos semióticos y lingüísticos es obligado preguntarse cómo nos representamos el sujeto de esos fenómenos. En el caso de Saussure nos representamos un sujeto que tiene aparato fonador, oídos y conceptos. Tal vez en el caso de Peirce nos representamos un sujeto que interpreta signos. Tradicionalmente en filosofía el sujeto se ha representado dotado de conciencia, y en la filosofía actual dotado de lenguaje. Mi impresión es que en el ámbito de la Semiótica y de la Lingüística se ha representado el sujeto de manera unilateral y abstracta, o se ha descuidado por completo el problema de cómo nos representamos el sujeto que realiza actos semióticos y actos lingüísticos. O sencillamente el organismo humano se ha representado abstractamente como sujeto, al igual que el mundo exterior se ha representado sólo como objeto. He dicho en otras ocasiones que a estos sujetos les faltan cuanto menos las manos, que es uno de los medios por los cuales  tienen un contacto inmediato con la realidad. Lo cierto es que con la Fisiología de Pavlov rescatamos una representación del sujeto, en parte, más primigenia, y en parte, más integral. No cabe duda que el lenguaje, el segundo sistema de señales, es un mecanismo que permite al ser humano adaptarse al medio ambiente de la manera más compleja y sutil  que existe. No obstante, siendo el lenguaje un mecanismo que permite al ser humano tener una conexión más profunda con el medio ambiente,  la Filosofía actual se ha visto conducida a representarse el lenguaje como un  muro que impide al ser humano tocar la verdadera realidad. Con la Fisiología de Pavlov abandonamos la complejidad  del homo lingüístico y aterrizamos en la relativa simplicidad del mundo animal, donde el segundo sistema de señales es muy embrionario y su complejidad  no empaña la visión de la conexión entre los organismos vivos y el medio ambiente. No está de más recordar lo que dijo Pavlov a este propósito: “El lenguaje constituye el segundo sistema de señales de la realidad y es específicamente nuestro, siendo la señal de las primeras señales. Si bien es cierto que las múltiples excitaciones del lenguaje nos han alejado de la realidad, cosa que debemos recordar continuamente para no dejar que se deformen nuestras actitudes para con ella, no lo es menos que el lenguaje ha hecho de nosotros lo que somos: hombres”. Subrayo dos ideas: por una parte, el lenguaje nos aleja de la realidad y nos puede llevar a deformar nuestra actitud con ella, y por otra parte, el lenguaje ha hecho de nosotros lo que somos: seres humanos. De ahí que el estudio de los organismos animales, donde el lenguaje se da de forma muy embrionaria, nos dé la posibilidad de evitar que deformemos nuestra actitud con la realidad.  Y al abandonar el mundo humano y adentrarnos en el mundo animal damos con el primer sistema de señales, con la actividad señaladora de los hemisferios cerebrales, con el mecanismo de los reflejos condicionados. No obstante, lo primero que observamos en este ámbito es que el animal tiene tubo digestivo, un aparato que le permite tener una conexión directa con el mundo externo. Sabemos que el alimento tiene que introducirse en el aparato digestivo para que dicha conexión directa se produzca. Y como a los animales no le ponen la comida en la boca –sólo cuando son crías y los alimenta su madre- sino que tienen que ir en su búsqueda, es necesario que el animal tenga cerebro y despliegue una actividad señaladora. De tal modo que los alimento adquieren una naturaleza doble: por una parte, son señales, y por otra parte, medios de consumo. Y en el proceso total del consumo  el alimento existe primero como señal y luego como medio de consumo. Observamos también que multitud de otros agentes del mundo exterior sólo existen como señales de los alimentos. Este primer sistema de señales pertenece a la conexión alimenticia y sirve a la lucha por la alimentación. También está al servicio de la procreación y de la lucha contra los depredadores. De modo general podemos decir que el primer sistema de señales está al servicio de la práctica y que fuera de esa práctica pierde la condición de señales. Sólo con la llegada del segundo sistema de señales, con el lenguaje, el primer sistema de señales puede independizarse de la práctica y existir como señales al margen de la práctica. Tal vez por esta razón afirmaba Pavlov que el lenguaje nos alejaba de la realidad. Pero conocida esta naturaleza del lenguaje y conociendo que originariamente el primer sistema de señales estaba al servicio de la práctica, tal vez podamos evitar deformar nuestra actitud con la realidad. Las reflexiones sobre la Fisiología de Pavlov todavía dan para muchas más indagaciones semióticas, pero creo que con lo dicho hasta aquí basta por ahora.



VYGOTSKI


Uno de los objetivos que persigue Vygotski en el libro citado es el estudio de los cambios que introducen los signos en las funciones psicológicas básicas: la atención, la memoria, la percepción y el pensamiento. Yo he centrado mi reflexión en las modificaciones que introducen los signos en la memoria, esto es, en la transformación de la memoria inmediata en memoria mediata. Y esta reflexión me ha servido para destacar la importancia de una de las funciones psicológicas menos atendida: la representación. La función sígnica está muy entremezclada con la función representativa y habitualmente se confunden una y otra. La propia definición de Peirce de signo incluye el concepto de representación. De ahí la conveniencia de diferenciar la función sígnica de la función representativa. Y albergo la esperanza de que esta pequeña reflexión cubra ese objetivo.
Experimento 1. “N.G. Morozova presentó a  unos niños una serie de palabras que había que memorizar y unos dibujos auxiliares que podían ser utilizados como mediadores.  Descubrió que durante la etapa preescolar, la idea de utilizar los dibujos auxiliares (signos) con un propósito determinado, es decir, como medio para recordar algo, está todavía ausente en el niño”. (Página 79)
Como podrán observar Vygotski denomina “signo” a los dibujos, cuando en realidad son representaciones. Entre el signo y el objeto designado o señalado no tiene porque haber parecido físico, mientras que la representación debe parecerse a lo representado. Es posible que las representaciones, como los dibujos o las fotografías, puedan desempeñar el papel de estímulos señales, que es una clase de signos. No obstante, es necesario mantener diferenciados los dos conceptos: el de representación y el de signo.  Pero centrémonos en el experimento de Morozova. Supongamos que le decimos a los niños que memoricen la siguiente serie de palabras: ‘mesa’, ‘silla’, ‘cuchillo’, ‘banco’ y ‘sol’. Yo creo que memorizar esas palabras implica o supone memorizar los objetos designados por esas palabras. No se trata de la memorización fonética de estas palabras, sino de la memorización de las mismas en tanto están dotadas de significados. Y para que estos significados no sean  meras intenciones simbólicas, sino que se cumpla la referencia al objeto, el sujeto debe llevar a cabo un acto de intuición donde se presente el objeto significado por cada una de dichas palabras. Por lo tanto, memorizar esta clase de palabras supone memorizar la representación de los objetos designados por dichas palabras.
Distinto sería el caso si le pidiéramos a los niños que memorizaran esta segunda serie de palabras: ‘esencia’, ‘apariencia’, ‘ser’ y ‘substancia’. En este caso, como los niños ignoran  lo que significan esas palabras, la memorización sería una memorización fonética y la ayuda de dibujos auxiliares se convertiría en imprescindibles. Los dibujos auxiliares deberían ser concretos y no abstractos. Así que dibujaremos unas nueces para memorizar /esencia/, la cáscara de una nuez para memorizar /apariencia/, un hombre para memorizar /ser/, y sal para memorizar /substancia/.  Este acto de memorización no sería mas que un acto de nominación, donde los dibujos desempeñarían el papel de objetos nombrados y los significantes el papel de nombres. Es posible que niños mayores pudieran además añadir la función clasificadora de las palabras, esto es, la primigenia función de los conceptos. Así frente a todos los frutos con envolturas, llamarían esencias a sus núcleos alimenticios y envolturas a sus cáscaras. Llamarían ser a todos los hombres, mujeres y niños. Y llamarían substancias a productos como el azúcar, el cacao, el agua, el aceite, etcétera. Así que en estas experiencias habría que tener en cuenta dos clases de actos en el sujeto: por una parte, la acción de nominar, que incluye la representación del objeto nombrado, y por otra parte, la acción de clasificar, que supone llamar con el mismo nombre abstracto a objetos con diferentes nombres comunes.  Es más que probable que frente a los dibujos, los niños los llamarían por sus nombres comunes: nuez, cáscara de nuez, hombre y sal. Así que la tarea se presentaría a estos niños como la tarea de poner un segundo nombre a objetos conocidos, a objetos de los que conocen su apariencia y su nombre. Supongamos que el dibujo de la sal sea un montículo con granos blancos. El niño podría pensar que es sal, azúcar o harina. En estos casos el niño se pondría de acuerdo con nosotros para decidir qué representa el dibujo: si sal, azúcar o harina. Creo que la actividad mental del niño en estos experimentos tiene por base las siguientes funciones psicológicas: percepción sensible de los objetos nombrados, representación sensible de los mismos, dibujos sobre los mismos y nominación de los mismos. Hay que destacar que la homonimia es habitual en los actos nominativos ejecutados por niños: llaman manzana tanto a una manzana real como a la fotografía de una manzana como al dibujo de una manzana. Esto no hace sino mostrar que la función nominativa de las palabras es independiente de si el objeto nominado viene dado por medio de una percepción o de una representación.
Experimento 2. “Zankov puso de manifiesto que los niños pequeños, especialmente entre las edades de cuatro y seis años, tienen que confiar en vínculos ya hechos y provistos de significado entre el signo evocador y la palabra que hay que recordar. Si en lugar de ello se les presentaran figuras o símbolos sin significado alguno como ayudas para la memoria, indudablemente los rechazarían y se negarían a hacer uso de ellos; ni tan solo intentarían inventar conexiones entre la imagen-sugerencia  y la palabra que han de recordar. Tratarían más bien de transformar estos símbolos en copias directas de la palabra a recordar.
Por ejemplo, la figura              (dibujo esquemático de un cubo boca abajo)    representada como pista para recordar la palabra ‘cubo’, para que pudieran recordar dicha palabra tuvieron que invertirla totalmente, y sólo cuando la figura se pareció realmente a un cubo                                                    .                (dibujo de un cubo boca arriba)         pudo ejercer su función evocadora. Lo mismo ocurrió con la figura (dibujo esquemático de un banco con las patas hacia arriba), que sólo se convirtió en signo de la palabra ‘banco’ después de invertir su posición  (dibujo esquemático de un banco patas abajo). En todos estos casos, los niños relacionaron las figuras con las palabras estímulos cambiando el significado del signo, en lugar de utilizar el vínculo intermedio ofrecido por el experimentador. La introducción de estos símbolos desprovistos de significado animó a los niños a emprender una intensa actividad mnémica en lugar de confiarse en vínculos ya elaborados, pero al mismo tiempo les llevó a tratar los signos estímulos como una representación directa del objeto a recordar. Cuando ello resultaba imposible, el niño se negaba a memorizar”. (pg. 81)
La tarea planteada a los niños consiste en recordar una serie de palabras por medio de unos símbolos o figuras carentes de significado. Hablamos de recordar dos palabras en cuestión: ‘banco’ y ‘cubo’. Aunque Vygotski habla de palabras a recordar, al final de la cita dice “objeto a recordar”. Esto pone de manifiesto, aunque de modo implícito o inconsciente, que para el propio Vygotski recordar una palabra equivale a recordar el objeto designado por dicha palabra. Es decir, plantearle al niño que recuerde la palabra ‘sol’, equivale a decirle que ha de recordar el sol; decirle que recuerde la palabra ‘cubo’, equivale a decirle que ha de recordar un cubo, y así sucesivamente. Y esto no puede ser de otro modo puesto que la palabra cuando funciona como palabra, y no como mero objeto físico, adquiere una forma fenoménica, esto es, la atención del sujeto no está dirigida al complejo vocal articulado, sino al objeto referido o designado por él. Y cuando los niños giran la figura con el fin de que se parezca al objeto nombrado, esto no hace sino poner de manifiesto que lo que en verdad se recuerda es el objeto nombrado.
Cuando al niño se le presenta la palabra ‘cubo’  y una figura sin significado, y se le pide que recuerde la primera por medio de la segunda, lo cierto es que lo conocido es la palabra ‘cubo’ y lo desconocido es la figura sin significado. Así que lo más lógico será que el niño recuerde lo desconocido, la figura sin significado, por medio de lo conocido, la palabra ‘cubo’. Los esfuerzos del niño irán encaminados a identificar la figura asociada a la palabra ‘cubo’ y a diferenciarla del resto de las figuras que se le presenten y que debe asociar a otras palabras.
Tercer ejemplo. “Un fenómeno similar al mencionado es el que figura en el estudio de Yussevich con niños pequeños y que no llegó a publicarse. Los estímulos auxiliares, imágenes sin relación directa con la palabra presentada, raramente se utilizaban como signos. El niño miraba la imagen tratando de ver en ella el objeto que tenía que recordar. Por ejemplo, cuando se le pedía que recordara la palabra ‘sol’ con la ayuda de un dibujo que representaba un hacha, el niño lo hizo fácilmente; señaló un punto amarillo que había en el dibujo y exclamó: “Aquí está, el Sol”. Este niño sustituyó el potencialmente complejo instrumental de memorización por la búsqueda de una representación directa del estímulo en cuestión”. (pag. 81)
Con este ejemplo vuelve a ponerse de manifiesto que lo que hay que recordar es el objeto nombrado por la palabra y no la palabra en sí misma. (Digo entre paréntesis que el conocimiento de un objeto incluye el conocimiento del nombre de dicho objeto). El niño busca en el hacha algo que le recuerde al sol, y lo halla en el punto amarillo. Un adulto recurriría a una representación más compleja: se imaginaría, por ejemplo, un leñador cortando leña bajo un sol radiante, que a menudo se yergue y se seca con un pañuelo el sudor de la frente. El adulto construye un todo complejo al que pertenece el Sol. Y cada uno de los elementos que constituyen ese complejo serviría como medio para recordar el Sol. El niño trata el hacha como un todo complejo y busca en él una parte o aspecto que lo relacione con el Sol, mientras que el adulto incluye el hacha en un todo complejo al que pertenece el Sol. Creo que en la actitud ante las supuestas figuras sin significados y las imágenes que no tienen relación directa con la palabra (el objeto) a recordar, los sujetos del experimento no tratan esas figuras como un todo simple, sino como un todo complejo o como una parte de un todo complejo.
Conclusiones. El objetivo de Vygotski era estudiar los cambios que se producían en la memoria cuando se introducían signos. Pero lo que habían de memorizar los niños eran palabras, esto es, signos. Así que la memorización de dichas palabras se convertía  en la memorización de los objetos designados por dichas palabras. La percepción de una mesa evoca la palabra ‘mesa’, y la audición de la palabra ‘mesa’ evoca la representación de una mesa. Esto pone de manifiesto la importancia decisiva que tiene la representación en la función nominativa de las palabras. Los dibujos que se les presentaba a los niños para que recordaran las palabras eran de dos clases: uno, figuras abstractas carentes de significados, y dos, figuras de objetos concretos conocidos que no tenían una relación inmediata con la palabra a recordar. Las figuras abstractas eran rechazadas por los niños o les procuraban giros con el fin de que se parecieran al objeto designado por las palabras. Mientras que en las figuras concretas llevaban a cabo una actividad analítica con el fin de hallar una parte  que se pareciera al objeto designado por las palabras. La búsqueda de parecidos de un objeto dado respecto de algún objeto conocido no es más que una manifestación de la función representativa. Así que los experimentos presentados por Vygotski no hacen sino poner de manifiesto el papel básico desempeñado por de una de las más importantes funciones psicológicas: la representación.



LURIA


Se ha convertido en un verdadero tópico la idea de que la percepción sensible está mediada por el lenguaje. Pero nadie explica o se preocupa de explicar en qué consiste esta mediación. Y los filósofos y los semiólogos no entienden esta mediación en el sentido de algo que modifica la organización de la actividad perceptiva, sino de algo que altera la esencia del objeto percibido. De este modo la actividad perceptiva se convierte en un hecho enigmático, y el objeto perceptivo en un más allá al que es imposible acceder. Luria, por el contrario, nos proporciona una primera explicación de en qué consiste esta mediación.
Escuchemos, pues, a Luria en la página 15 de la obra citada: “Cuando una madre muestra alguna cosa a un niño y dice “taza”, primero su gesto y después el nombre del objeto producen una modificación esencial en la percepción del niño. Según la ley de las conexiones temporales, la indicación de la madre y la palabra que designa el objeto se convierten en señales secundarias que provocan cambios sensibles en la gama de los estímulos que actúan sobre el niño. Al aislar el objeto de su contexto, la acción indicativa refuerza el estímulo, lo convierte en una imagen sobre el fondo. La palabra que designa el objeto hace resaltar sus características esenciales y lo introduce en la categoría de otros objetos con propiedades similares;...”. Enumeremos ahora, después de haber escuchado a Luria, las formas concretas en que el lenguaje modifica la percepción del niño.  Podemos considerar el objeto, la taza, como una totalidad de señales y de estímulos. Las señales luminosas que provienen de la taza son las señales primarias, pero también lo son las señales luminosas que provienen del resto de los objetos que coexisten con la taza. Pero con la palabra ‘taza’, en su calidad de nombre, las señales luminosas provenientes de la taza se aíslan del resto de las señales que provienen del resto de los objetos que coexisten con la taza. De este modo las señales que constituyen la taza se convierten en una figura que está en un primer plano, y las señales que constituyen el resto de los objetos se convierten en un fondo indeterminado. Esta es la primera forma de mediación del lenguaje en la percepción sensible: aislar un objeto del resto de los objetos, reforzando las señales que constituyen el objeto aislado.
La segunda forma tiene que ver, no con la función nominativa de las palabras, sino con su función categorial, la función de destacar los rasgos esenciales de la taza y de incluirla en una determinada clase de objetos. El niño se acostumbra a llamar ‘taza’ a los individuos tazas haciendo abstracción de su tamaño, de si están hechos de cristal o de porcelana, o de si están diseñados de una manera u otra. Se acostumbra a hacer abstracción de los rasgos no esenciales de la taza y a destacar sus rasgos esenciales. Esta es la segunda forma de mediación del lenguaje en la percepción sensible: destacar los rasgos esenciales del objeto percibido e incluirlo en una determinada clase de objetos. Como podrán observar, estas dos formas de mediación del lenguaje no supone en ningún momento la disolución de la realidad sensible en significaciones abstractas, sino la organización distinta de la actividad perceptiva. La esencia de la percepción, consistente en que nos da un objeto, no queda alterada por la mediación del lenguaje. Todo lo contrario: queda reforzada y mejor organizada.
Escuchemos por segunda vez a Luria: “Es obvio que el comportamiento está siempre sometido a la regla de composición de fuerzas, o sea, que en  un estímulo complejo la componente más fuerte es siempre determinante. Pavlov confirmó esta aserción en los animales, pero su legitimidad no pudo demostrarse aplicada a los hombres”. Para hacer más operativa la exposición, más cómoda y fácil, explicaré por mí mismo el experimento del que se valió Luria para formular una respuesta a aquella cuestión. Presentamos a un niño entre tres y cinco años dos estímulos complejos: por una parte, un círculo rojo sobre fondo gris, y por otra parte, un círculo verde sobre fondo amarillo. Al niño le pediremos que oprima con la mano izquierda un perita de goma cuando aparezca el círculo rojo sobre fondo gris, y que oprima la con la mano derecha otra perita de goma cuando aparezca el círculo rojo sobre fondo amarillo. Si ahora presentamos al niño el círculo rojo sobre fondo amarillo, apretará la perita que se encuentra en su mano izquierda; y si le presentamos el círculo verde sobre fondo gris, oprimirá la perita que tiene en su mano derecha. Con un experimento así es fácil de demostrar cuál el elemento que en un estímulo complejo desempeña el papel predominante y determina la respuesta requerida. Las observaciones hechas han demostrado que en estos casos el elemento más fuerte, representado por los círculos rojos y verdes, es el determinante. No obstante, dice Luria, por medio del lenguaje es posible alterar la fuerza relativa natural de los elementos de un estímulo complejo. Los experimentos han demostrado que esto sólo es posible con los niños que tenían cierta edad. Probemos, añade Luria, a utilizar el lenguaje para reforzar el elemento más débil de un estímulo complejo. Pero como dijimos antes, esta posibilidad sólo es cierta para niños de cierta edad.
Sin embargo, otros experimentos han demostrado que a los niños entre tres y cinco años si se les puede modificar la ley de composición de fuerza de los estímulos complejos. Pero para ello se efectuaron cambios importantes en la calidad de los estímulos complejos presentados. El círculo rojo fue sustituido por un dibujo de un aeroplano de color rojo, y el círculo verde por el dibujo de un aeroplano de color verde, colocados sobre los mismos fondos gris y amarillo. No sólo se modificó uno de los elementos del estímulo complejo, sino que se enriqueció el contenido significativo del otro elemento mediante instrucciones verbales. Así se les explicaba a los niños lo siguiente: aprieta la perita con la mano izquierda ante el aeroplano rojo sobre fondo amarillo, porque el avión puede volar cuando hay sol y el cielo está amarillo; y oprime la perita de tu mano derecha ante el avión verde sobre fondo gris, porque cuando llueve el avión no puede volar y hay que detenerlo. Con estas instrucciones verbales, dice Luria, el fondo coloreado de los dos estímulos complejos, que antes era el elemento más débil del conjunto, asumió la característica de señal primaria, y en la mayoría de los casos, hasta los niños de tres o cuatro años comenzaron a reaccionar ante el fondo más que ante las figuras. Es decir, si el niño veía el aeroplano rojo sobre fondo gris, apretaba la perita de la mano derecha, esto es, reaccionaba ante el estímulo más débil en vez de ante el estímulo más fuerte. Ahora manda el fondo: si era amarillo, había que apretar la perilla de la mano izquierda porque el avión podía volar; y si era gris, había que apretar la perita de la mano derecha porque había que detener el avión. Esta es la tercera forma de mediación del lenguaje en la percepción sensible: alterar la composición de fuerza de los estímulos complejos, convertir la componente más débil en la señal primaria de la respuesta requerida.
Los círculos son figuras geométricas y su valor representativo es puramente abstracto, mientras que los aeroplanos son figuras con un valor representativo concreto. Así que los dibujos de aeroplanos no sólo son estímulos de unas posibles respuestas, también tienen un valor representativo concreto. No se ha producido una modificación en la percepción al cambiar las condiciones experimentales, pero sí  se ha producido un cambio en el objeto percibido. Los fondos amarillo y verde, que al principio eran sólo fondos coloreados adquieren un valor significativo: el fondo amarillo significa sol y cielo. Tiene también un valor imperativo: cuando hay sol el aeroplano puede volar, así que aprieta la perita de la mano izquierda. Por su parte, el fondo gris significa lluvia. Y también tiene un valor imperativo: cuando llueve el aeroplano no puede volar, así que oprime la perita de la mano derecha para pararlo. Esta es la cuarta forma de mediación del lenguaje en la percepción sensible: dotar de significados al elemento débil de los estímulos complejos.
Muchos semiólogos se niegan a comprender que muchas de sus afirmaciones están necesitadas de fundamentados provenientes de otras ciencias. Así, por ejemplo,  los semiólogos y los filósofos no se cansan de destacar que la percepción sensible está mediada por el lenguaje, pero no explican en qué consiste esta mediación. Sin embargo,  en  Luria encontramos una explicación psicológica, rica y detallada, de en qué consiste esa mediación. De este modo encontramos en la psicología de Luria un fundamento científico de aquella tesis: el lenguaje media la percepción sensible.

Francisco Umpiérrez Sánchez
En Las Palmas. 5 de febrero de 2004.


BIBLIOGRAFIA
Edmund Husserl. Investigaciones Lógicas. Revista de Occidente, 1976.
Iván Pavlov. Actividad Nerviosa Superior. Fontanella, 1973.
Lev S. Vygotski. El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica, 1996.
A. R. Luria. Lenguaje y comportamiento. Fundamentos, 1984





 







 




      

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