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domingo, 3 de junio de 2007

Semiosis y cambio

La percepción está mediatizada por la memoria y por el lenguaje. La memoria es el conocimiento antiguo que tenemos de un objeto. Pero ese conocimiento en algún momento se produjo. Así que si nos remontáramos al pasado, cuando éramos niños y apenas dábamos los primeros pasos, se nos presentaron objetos a la percepción de los que no teníamos información previa.

Cuando somos adultos es muy difícil que nos presenten un objeto a la percepción del que no reconozcamos nada. Siempre habrá algo en el objeto que podamos reconocer. Supongamos que nos presentan un objeto que aparentemente no sabemos qué es. Lo tocamos y vemos que es metálico. Seguimos tocándolo y percibimos una especie de cuchilla. Adivinamos una especie de mango y unos tornillos reguladores de la cuchilla. No sabemos qué objeto es, no sabemos su nombre, pero si sabemos algunos aspectos de dicho objeto. Tal vez nos aventuremos y digamos: es un instrumento de laboratorio para cortar cosas con mucha precisión.
Supongamos que nos presentan ahora un objeto del que no tenemos manera de saber qué es. ¿No habrá percepción? Sí que la hay. El objeto de la percepción tendrá siempre un color, supongamos que sea plateado, y tendrá una textura, supongamos que sea rugosa, y tendrá una forma, supongamos que sea esférica. Diremos entonces lo siguiente: percibo un objeto plateado, rugoso y esférico. Así que  siempre dispondremos de categorías mediante las cuáles practicamos alguna clasificación sobre el objeto percibido.

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(Digo entre paréntesis que supe del mensaje de Adail por medio del mensaje de Rolando. En ocasiones no me llegan los mensajes y en ocasiones Yahoo no me permite acceder a la lista. Lo digo por si en alguna ocasión alguien me formula una pregunta y yo no respondo, que sepa que la causa está en que el mensaje no me llegó) (Le digo también entre paréntesis a Rolando que los fenómenos sociales se distinguen de los fenómenos naturales en que en los primeros los factores que actúan son agentes dotados de conciencia. Y es un error, a mi juicio, examinar la naturaleza científica de los fenómenos sociales con los anteojos de los científicos especializados en ciencias naturales)
Reflexiono sobre las relaciones entre percepción y representación en la marco del estudio semiótico de los signos. Un hombre de 65 años regresa a su tierra después de 25 años de ausencia. Vuelve al barrio donde vivía entonces y se dirige a su antigua casa. Vive ahora su nieta. Su casa esta irreconocible. Ha sido reformada y modernizada. Cuando vio la cocina, sus ojos se detuvieron en la mesa. Su nieta, pasando los dedos por la madera, le dijo: sí abuelo, es la mesa de abuela y tuya, no quisimos desprendernos de ella. No la tuvimos siquiera  que barnizar, nos gusta su aspecto rústico, es de una madera buenísima. El abuelo observando la mesa con emoción recordó cuando almorzaba con su mujer y sus dos hijos, recordó las reprimendas de su mujer por su falta de modales  y recordó las risas de sus hijos, y le vino a la memoria el olor del guiso del sábado. De sus ojos brotaron unas lágrimas.
Para su nieta la mesa no era más que un valor de uso y un objeto de la percepción. Pero para el abuelo la mesa era además un signo: le evocó cuando comía en ella y le evocó a su mujer y a sus hijos. La mesa es objeto de la percepción, pero su mujer, sus hijos y el comer son objetos de la representación. El signo permite hacer presente en la conciencia algo que no está presente fuera de la conciencia. Y eso hizo la mesa con el abuelo. Así que es distinta la mesa como puro objeto de la percepción de la mesa como objeto que pone en marcha la representación. Cuando este es el caso, diremos que la mesa experimenta un cambio de forma fenoménico y se transforma en un sign

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Mis ojos no son siempre los de un semiólogo, son también los de un economista,  un político y  un hombre común. No creo que la mesa sea en todo momento ni en todas las circunstancias un signo.  No fue construida para ser signo, las palabras sí. Pero si en alguna ocasión la mesa funciona como signo, hay que explicar por qué. En el caso del abuelo expliqué que como su percepción provocaba o evocaba representaciones, la mesa era un signo. Pero al no ser ese el caso de la nieta, la mesa no funciona como signo sino como simple valor de uso.
Un valor de uso es una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas. La nieta usa  la mesa en general para comer y en ocasiones para estudiar. Y bajo esas condiciones la mesa no existe como signo sino como valor de uso. Tal vez no estaría de más estudiar qué es un signo. Por ese motivo me fui al archivo de semioticians y estuve leyendo el trabajo de Magariños titulado El signo, Segunda Parte: Charles Sanders Peirce: sus aportes a la problemática actual de la Semiología. Invito a Rolando y a Adail a hacer lo mismo y a ver qué sacan al respecto de cuándo y bajo que circunstancias la mesa se convierte en un signo.

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El sabor y el sonido de las palabras. Las palabras, además de otras propiedades, suenan de una determinada forma y saben también de una determinada manera. El asunto de tu mensaje “Semiosis y cambio 8 y ½”, en concreto por lo de “8 y ½”, me suena sencillamente a burla; tu expresión “sagrado terror al signo” me sabe amarga; y tu despedida “Viva el signo” me sabe sencillamente mal.
La actitud científica. Este es un foro donde debe debatirse de forma seria y donde debe buscarse el triunfo de la ciencia. Y como científicos nuestra tarea, entre otras, estriba en analizar los fenómenos sociales, descubrir sus propiedades sígnicas y elaborar conceptos. Vitorear “¡viva!, ¡viva!, ¡viva!, el único valor de uso que hay en mi casa es el aire acondicionado”, como hace en su último mensaje Reyna Borzino, no es analizar un fenómeno ni elaborar un concepto. No estamos aquí para sencillamente afirmar, sino para demostrar y argumentar lo que afirmamos.  Aristóteles, en la sección “Naturaleza de la ciencia; diferencia entre la ciencia y la experiencia de su Metafísica”, dice lo siguiente: “Los hombres de experiencia saben bien que tal cosa existe, pero no saben por qué existe; los hombres de arte, por el contrario, conocen el por qué y la causa”. Sólo pedía eso: que explicaran por qué y bajo qué circunstancia la mesa era un signo.
Valor de uso y signo. Claudio Guerri se pregunta cómo puede haber valor de uso sin signo para la nieta. Cada esfera de saber tiene sus propios conceptos específicos. Así el concepto de valor de uso pertenece específicamente a  la economía y a la antropología. Y para la elaboración de este concepto no tengo  necesidad alguna de elaborar un concepto de signo ni emplear el concepto de signo. Del mismo modo el concepto de signo es un concepto específico de la Semiótica y para su elaboración no se necesita para nada del concepto de valor de uso. Así que ni el concepto de valor de uso implica el concepto de signo ni el concepto de signo implica el concepto de valor de uso.
La discriminación sensible. Dos pregunta seguidas se hace Claudio Guerri: ¿O sea, que para la nieta no hubo signo?  Y ¿Ella y la mesa eran un “totum unum” indiscriminado? Cuando un guepardo persigue a un impala se le tira al cuello y lo mata por el cuello; y cuando se lo come, se come la carne y no los huesos. El guepardo discrimina el impala de la tierra y de los árboles, y del guepardo discrimina la carne de los huesos. Sin embargo, para el guepardo ni la tierra, ni los árboles ni el impala son signos ni tienen nombre, pero los discrimina. ¿Por qué he de suponer yo el concepto de signo para distinguir una persona de una mesa? Y si lo supongo, ¿en qué sentido he de suponerlo y con qué contenido?
¡Viva el signo! No creo que nos encontremos aquí en un campo de batalla donde en una bando hay un grupo de personas que gritan ¡viva el signo!, y en el otro bando un grupo que grita ¡abajo el signo! El problema no es ese, el problema es que la Semiótica todavía no tiene asegurado su estatuto de ciencia, que todavía tiene que demostrar que es una ciencia, que todavía hay mucho camino por labrar. No se trata de vitorear, sino de analizar fenómenos sociales, descubrir las propiedades sígnicas y elaborar conceptos.
El abuelo, la nieta y la mesa. Dice Reyna Borzino que la nieta no se había desprendido de la mesa porque le recordaba al abuelo y que, por lo tanto, hay aquí representación. Si este es el caso, si la mesa evoca el recuerdo del abuelo, entonces es signo para la nieta. Pero no fue ese el caso que yo supuse. Ella apenas conoció a su abuelo y nunca comió con él en aquella mesa. Yo trataba de explicar que el abuelo había vivido muchas experiencias con aquella mesa, que estaba vinculada con él y su familia por medio de muchas vivencias; y que por dicha razón cuando la vio, recordó a su mujer y a sus dos hijos. Bajo estas condiciones determinadas establecí que la mesa era signo. Y si otro miembro del foro establece que la mesa es también signo para la nieta, que diga bajo qué circunstancia. Se trata de cumplir con el requisito que planteaba Aristóteles para el hombre de ciencia frente al mero hombre de experiencia: conocer el por qué  y la causa de lo que existe.

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Antecedentes. Tengo planificado ir a Helsinki y comprometido dos trabajos: uno, elaborar una ponencia sobre la naturaleza semiótica del símbolo,  donde la influencia de Hegel es notable, y participar en la Mesa Redonda coordina por Juan Magariños y que lleva por título “Los bordes de la Semiótica”. Y para ambos compromisos necesito tiempo y pensar con detenimiento. De manera que espaciaré más mi participación en el foro. No obstante, mis mensajes tienen que ver en parte por lo planteado por Magariños en su trabajo: por una parte, mis reflexiones sobre las relaciones entre percepción y representación tienen que ver con lo que él plantea sobre la percepción y la memoria asociativa en la página cuatro de su trabajo; y el ejemplo que puse del abuelo que vuelve a su tierra natal tiene que ver con lo que plantea en la página 2: “¿En qué tiene que cambiar la semiótica, para seguir siendo (¿o para llegar a ser, de una vez por todas?) un instrumento eficaz para explicar la producción, interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales? -¿No observan el espíritu crítico de Magariños? ¿No observan su propuesta de que la Semiótica tiene que cambiar, que no se puede dar todo por asentado y fundamentado, que todavía tiene que devenir su llegar a ser?
Los fenómenos sociales. Las distintas representaciones que se han  vertido en el foro sobre ejemplo que yo puse, pone de manifiesto la necesidad de precisar y concretar mucho mejor el fenómeno social que estamos sometiendo a análisis. Y no sólo eso, también la psicología y personalidad de los agentes del fenómeno social hay que precisarlas mejor. Los investigadores especializados en  ciencias naturales cuentan con  laboratorios para aislar los factores esenciales que participan en el fenómeno que van a someter a análisis, mientras que en las ciencias sociales los investigadores debemos establecer esas condiciones por medio de la representación. En un laboratorio es muy fácil abstraerse de los factores secundarios, pero en el marco de los fenómenos sociales esa tarea es muy difícil. La precisión aquí es más compleja.
El fenómeno social en cuestión. Estamos hablando de un grupo social específico: de inmigrantes que retornan a su tierra natal. Más preciso aún: hablamos  de personas con cierta edad, superado los 60 años, que regresan a su lugar de origen después de haber estado ausentes 20 o 30 años. El objeto de nuestro análisis no es la nieta sino el abuelo. En nuestro laboratorio representacional el factor esencial es el abuelo, mientras que la nieta es un factor secundario. Incluso, si nos desprendiéramos de ella y en su lugar pusiéramos una persona extraña, nuestro análisis no sufriría modificación.
El aspecto psicológico. Estas personas están deseosas de volver a su tierra natal y tienen la expectativa de encontrarla tal y como la dejaron. Por regla general sufren una enorme decepción: se encuentran otro barrio y otra ciudad distintos a los que dejaron. Buscan a antiguos amigos y los encuentran, pero ya no son lo que eran ni puede mantener con ellos la relación que mantenían. De ahí que cuando el abuelo vio la mesa, algo del pasado que ha permanecido intacto, los recuerdos se volcaron sobre su cabeza y lo emocionaron. Bajo aquellas determinaciones sociales y  estas determinaciones psicológicas, la mesa se volvió signo.
La nieta en su dimensión sociológica. La nieta no conoció a su abuelo, se ausentó cuando ella todavía no había nacido. Sólo lo conocía por fotos y por lo que le había contado su madre. De manera que no tenía nada del pasado que evocar y bajo estas determinaciones sociales la mesa no se volvía signo para ella. Supongamos que en vez de la nieta viviera en esa casa una persona que nada tuviera que ver con la familia del abuelo, y que se quedó con la mesa porque sencillamente le gustó. De este modo se hace más evidente que a la actual inquilina de la casa la mesa no le sirve para evocar el pasado y, en consecuencia, no adquiera la forma sígnica.
Objeto físico y valor de uso. Plantea Jorge Alisio que a su juicio “hay cierto rollo al introducir el concepto de valor de uso”. Hay una tradición filosófica muy antigua, presente en la lingüística y en la semiótica, donde al objeto exterior se le llama por excelencia objeto físico.  Pero al llamar objeto físico al objeto exterior, se crea un abismo entre el hombre y el mundo exterior. Mientras que si lo llamo valor de uso, el hombre y el valor de uso se presentan unidos. Y bajo dos aspectos: por un lado, los valores de uso son productos del trabajo, con lo que se muestra que en el objeto está representado el sujeto, y por otro lado, los valores de uso son objetos de consumo, con lo que se demuestra que los hombres necesitan de los objetos exteriores para estar vivos y, en consecuencia, hacer historia.
El aspecto rústico de la mesa. Plantea Adail que cuando la nieta dice “nos gusta su aspecto rústico”,  es una evaluación sígnica que se sobrepone o se combina al valor de uso. Yo creo que cada esfera de saber tiene su lugar en la vida y la Semiótica no tiene porque estar ocupando lugares ajenos. Y la Estética es también una esfera de saber. Las personas compran los valores de uso que necesitan para vivir. Nadie compra lo que no necesita. Y cuando compran los valores de uso, buscan dos cosas: que sean útiles y que sean bonitos o de su gusto. El aspecto rústico de la mesa es un aspecto estético de la mesa y por esa razón la ha conservado de ese modo la nieta: por su estética, no porque le recuerde al abuelo.
La actividad conforme a un fin. Jorge Alisio plantea lo siguiente: “Aún así me resulta difícil pensar que alguien puede usar algo sin que ese algo tenga el valor de signo –instrumento para logar un fin – y no el valor de signo de otro tipo, de contemplación, por ejemplo”. Marx, en la sección de El Capital titulada “Carácter doble del trabajo representado en las mercancías”, dice lo siguiente: “El traje es un valor de uso que satisface una necesidad particular. Para producirlo se requiere un tipo determinado de actividad productiva. Esta viene determinada por su fin, su modo de operar, su objeto, sus medios y su resultado”. En el marco del pensamiento marxista se llama trabajo útil a la actividad productiva conforme a un fin. Y esta determinación, que sea conforme a un fin, no transforma la actividad en un signo.
Sobre Baudrillard. Considero a Baudrillard un  pensador tremendamente especulativo, ajeno al rigor y a la precisión. En mi trabajo La transformación de la mercancía en dinero puede encontrarse una crítica a su concepción especulativa.

21 de febrero de 2007.
 

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