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viernes, 6 de junio de 2008

La crisis alimentaria y la astenia intelectual de Amartya Sen

Les transcribo un fragmento de un artículo de Amartya Sen publicado en Rebelión el 3 de junio de 2008 bajo el título “Los ricos se hacen más hambrientos”.  Dicho fragmento lo presentaré en forma de tres ideas enumeradas, con el fin de que me pueda referir a ellas sin necesidad de reproducirlas al completo y elaborar la crítica por partes.


Mercado capitalista y mercado socialista

Primera idea de Amartya Sen: “Se trata de un cuento de dos pueblos. En una versión de la historia, un país con muchos pobres experimenta súbitamente  una rápida expansión económica, pero solamente la mitad de la gente comparte la nueva prosperidad. Los nuevos favorecidos gastan buena parte de sus acrecidos ingresos en comida, y a no ser que la oferta crezca muy rápidamente, los precios se dispararán. El resto de los pobres se enfrenta ahora a unos precios más altos de los alimentos, pero sin disponer de una renta mayor, y comienza a morir de hambre. Tragedias como ésta ocurren reiteradamente en el mundo”.

En un mercado capitalista la oferta y la demanda pueden no corresponderse. Este es el caso de la actual crisis alimentaria. La demanda es superior a la oferta. Hay desequilibrio. Y la única manera en que se resuelve este desequilibrio por el método capitalista es generando hambre y muertes. Como los precios de los alimentos han subido, la tasa de ganancia de las empresas del sector de  la alimentación también ha crecido, y esto hará que el capital huya de los sectores donde la tasa de ganancia sea baja y acuda a los sectores donde la ganancia sea alta. Pero esto lleva su tiempo. Y entretanto se incorporará a las filas de los pobres más de cien millones de personas. Amartya Sen nos habla como si el mercado capitalista fuera un hecho natural, que hay que asumir como se asume el que llueva o haya un terremoto, y no como lo que es: unas determinadas relaciones sociales entre los hombres.

En un mercado socialista la oferta y la demanda pueden también no corresponderse. Pero no se deja en manos privadas superar esa no correspondencia y lograr el equilibrio, sino que el Estado actúa. El mercado socialista es un mercado regulado y el Estado nunca permitirá que los desajustes entre oferta y demanda lleguen a los niveles de irracionalidad a los que se llega en el mercado capitalista.  Pero supongamos que se produzcan algunos desajustes y que la demanda de alimentos supere con creces a la oferta y que los precios se incrementen. Las empresas de alimentación, tanto las públicas como las privadas, verán aumentada sus ganancias. Pero el Estado vuelve a actuar, pero esta vez por medio de Hacienda: todas las ganancias extras obtenidas por estos desajustes irán a parar a manos del Estado y éste se encargará de redistribuirlos entre los sectores más desfavorecidos.

Los hombres son dueños de sus relaciones económicas y no deben permitir que estas se objetiven, en forma de relación espontánea entre oferta y demanda, hasta el punto de que sean dominados por ellas. Porque cuando este dominio se produce y bajo el sistema capitalista se produce, dichas relaciones económicas causan crueles tragedias. Si llueve, usamos un paraguas o nos resguardamos bajo una vivienda. De modo análogo, si los precios se disparan, Hacienda actúa y se queda con las ganancias extras. También en situaciones extremas un Estado socialista puede actuar e imponer el precio de  venta de los productos básicos. Lo que no puede hacer es lo que hace el Estado capitalista: dejar en manos de la iniciativa privada la solución de los graves problemas sociales.

Alimentos, precios e intervención del Estado

Segunda idea de Amartya Sen: “Un cruel ejemplo es la hambruna de Bengala de 1943, en la fase final del gobierno británico en la India. Los pobres que vivían en las ciudades experimentaron una rápida subida de ingresos, sobre todo en Calcuta, en donde los descomunales gastos dimanantes de la guerra contra Japón generaron un boom que cuadruplicó los precios de los alimentos. Los pobres del campo tuvieron  que hacer frente a estas vertiginosas subidas de precios con menguadísimos incremento de ingresos.
La disparatada política del gobierno agrandó el hiato. Los gobernantes británicos  estaban resueltos a prevenir el descontento urbano durante la guerra, de modo que el gobierno compró comida en las aldeas para venderla, muy subsidiada, en las ciudades, una maniobra que, de rechazo, contribuyó a incrementar todavía más los precios de los alimentos en el campo. Los aldeanos con salarios bajos murieron de hambre. Dos o tres millones de personas sucumbieron a la hambruna y sus secuelas”.

¡Qué forma tan burguesa tiene Amartya Sen de expresarse! Habla del gobierno británico en la India, no del sistema colonial en la India. No habla de los brutales colonialistas ingleses ni de las relacione semifeudales en la India. No, no habla de esa forma tan hiriente, habla con la mesura del pensador colonizado o con la del pensador vendido al imperio británico. Habla de que los pobres del campo tenían menguadísimos ingresos, pero no nos explica por qué. ¿No sería por qué estaban fuertemente explotados? ¿No será porqué estaban bajo la cruel explotación de la usura? Yo creo que sí. No hay otra explicación en un régimen semicapitalista.

Tampoco nos habla de la riqueza de las clases dominantes en aquel tiempo en la India, ni de sus excesos, de sus lujos y derroches. No nos habla de cuánta parte del trabajo social estaba destinado al servicio de los colonialistas y a producir productos de lujo. El gobierno británico no debió comprar una parte de los alimentos en el campo, debió comprarlos todos, debió convertirse en el único distribuidor de los alimentos. Debió haber implantado un monopolio. De este modo hubiera controlado los precios y no se hubiera producido ningún incremento en los mismos. Hubiera logrado incluso que las personas con bajos ingresos tuvieran su dieta alimenticia asegurada. Pero esto nunca lo pudo haber hecho el gobierno británico. ¿Por qué? Porque no era un gobierno socialista, sino un gobierno capitalista y colonialista.

Contradicción principal y Contradicción secundaria

Tercera idea. “Gran parte de los debates actuales se centran pertinentemente en el hiato que separa a ricos y a pobres en la economía global, pero los pobres del mundo está divididos entre los que están experimentando un gran crecimiento y los que no. La rápida expansión económica en países como China, India y Vietnam tiende a aumentar bruscamente la demanda de alimentos. Ello es, por supuesto, excelente cosa en sí misma, y si estos países lograran reducir el hiato en su crecimiento interno, incluso los peor situados podrían comer mucho mejor.
Ello es, empero, que el propio crecimiento ejerce presión sobre los mercados mundiales de alimentos, a veces mediante un aumento de las importaciones, pero también mediante restricciones o prohibiciones a la exportación concebidas para moderar el aumento de los precios nacionales de los alimentos, tal como ha sucedido recientemente en países como India, China, Vietnam y Argentina. Los pobres son quienes se han visto particularmente golpeados, señaladamente en África”.

La principal contradicción que existe en el mundo de hoy sigue siendo entre capital y trabajo, especialmente entre los grandes capitalistas y las grandes masas de desocupados y pobres. Es cierto que en el seno de los propios capitalistas hay contradicciones internas, como también es cierto que hay contradicciones en el seno de la clase trabajadora. Pero en todo caso estas contradicciones son secundarias, no sirven para explicar los grandes y graves conflictos del mundo. Podemos aceptar que el hecho de que países como India, China y Vietnam importen más productos alimenticios y  exporten menos para controlar los precios nacionales, favorezca el aumento de los precios en el mercado mundial y haga aún más difícil la vida de los más pobres. Pero lo que no debemos perder nunca de vista es que son los grandes capitalistas de todo el mundo, especialmente los dueños y directivos de las corporaciones dedicadas a la producción y comercialización de productos alimenticios, los principales responsables de la existencia de pobres en el mundo. Las contradicciones secundarias están presentes en el movimiento social, pero no se deben presentar bajo un ropaje que oculte o minusvalore la contradicción principal.

El mercado no es un sujeto

Mucha gente de izquierda sigue jugando en el mismo terreno que los liberales y culpan al mercado de la actual crisis alimentaria. El mercado no es sujeto y no puede responsabilizársele de nada. El mercado es el lugar de encuentro de los compradores y  los vendedores. Y son estos últimos los sujetos. Debemos entonces dirigir nuestra mirada a dichos sujetos. Por el lado de los vendedores debemos distinguir a los pequeños agricultores, a las empresas pequeñas y medianas productoras de alimentos, y a las multinacionales de la agroindustria. Si suben los precios de los alimentos, no cabe duda de que serán las multinacionales los vendedores más beneficiados y, por consiguiente, sobre los que deberían recaer medidas impositivas especiales.
Y por el lado de los compradores debemos distinguir a las familias pobres, a las familias de trabajadores que viven del salario mínimo, a la clase media, a la gran burguesía y a las oligarquías financieras. Si suben los precios de los alimentos, son las familias pobres y las familias de trabajadores que viven del salario mínimo quienes experimentarán el castigo. Y este hecho no hace sino poner de manifiesto la necesidad de una redistribución de la riqueza. Así que la culpa de que nuevas poblaciones ingresen en el cruel mundo de la pobreza severa no la tiene el mercado, sino los bajos salarios y el desempleo.

El primer gran olvido de Amartya Sen

No deja de ser curioso que mucha gente tome al economista Amartya Sen como un economista ético, como un economista que se preocupa de los pobres y que insta a los gobiernos capitalistas a practicar políticas sociales. Pero esto no cierto, nadie puede defender legítimamente a los pobres sin criticar a los ricos y al sistema capitalista vigente. Todo el mundo habla de que el actual encarecimiento de los productos alimenticios está vinculado con los especuladores y en especial con los mercados de futuros. Los especuladores  compran a los productores la cosecha de maíz, por ejemplo, de dentro de seis meses. No sólo esta acción provoca que los precios suban ya artificialmente y al día de hoy, sino que dentro de seis meses el especulador se embolsará  unas ganancias extras exorbitantes. Porque el futuro hace presagiar que los precios de los alimentos subirán. Estos especuladores son asesinos económicos: sus desproporcionadas ganancias extras provocan hambre y muerte entre las poblaciones más desfavorecidas.

¿Qué hacer? Como dije anteriormente el hombre debe dominar las relaciones económicas y no dejarse dominar por ellas, para que proporcione la mayor felicidad posible para el mayor número de personas. De acuerdo con este principio no se debe pensar que el mercado de futuros, un tipo determinado de relaciones económicas, sea algo intocable que hay que dejar estar y actuar. No debemos quedarnos con los brazos cruzados si observamos que los mercados de futuro de los alimentos están causando mucho daño a la sociedad. Pueden hacerse dos cosas: una, o prohibir que los alimentos formen parte de los mercados de futuro, o prohibir que los especuladores vendan sus opciones por encima del precio de compra originario. Tal vez deberíamos dejar que se le cargue al precio el interés acumulado durante los seis meses del plazo de la compra venta. ¿Puede hacer esto un Estado capitalista? Es difícil pero no imposible. El 48 por ciento de la economía actual de los países capitalistas es pública; tal vez la intervención del Estado en los mercados de los productos alimenticios también pueda plantearse como una necesidad pública. Lo ciertos es que  Amartya Sen se olvidó por completo de los asesinos económicos del actual sistema capitalista.

El segundo gran olvido de Amartya Sen

No se puede defender a los pobres sin criticar el predominio del capital monopolista en el sector alimentario. Las grandes corporaciones agroindustriales y las grandes corporaciones comerciales de la alimentación están estrechamente vinculadas, mejor sería decir fundidas, con el capital financiero. No puede haber grandes inversiones sin la actuación del capital bancario. Y son estas grandes multinacionales las que de forma continua e inexorable destruyen capital y trabajo. Arrasan con la agricultura de autosuficiencia, estrangulan al pequeño campesino y destruyen a las pequeñas empresas. Generan desolación allá por donde pasan y se instalan. La gran revolución mundial se producirá cuando estas grandes corporaciones sean arrancadas de las manos privadas y sean puestas en manos públicas. El mundo no se puede dejar en manos de los propietarios privados, quienes jamás pondrán el interés de todos por encima de sus intereses particulares, debe dejarse en  manos de los Estados. Este es el segundo gran olvido de Amartya Sen, querer defender a los pobres sin criticar la dañina propiedad privada sobre la producción  y comercialización de los productos alimenticios. El socialismo puede y debe aceptar la pequeña y mediana propiedad privada sobre los medios de producción, pero siempre debe luchar para que la propiedad sobre los grandes medios de producción esté en manos públicas.

8 de junio de 2008.


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