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sábado, 6 de junio de 2009

El misticismo del dinero

“Tan pronto como nos mudamos  a otras formas de producción, desaparece inmediatamente todo el misticismo del mundo de las mercancías, toda la magia y fantasmagoría que rodean de niebla a los productos del trabajo sobre la base de la producción de mercancías”. El Capital, Karl Marx.


La mercancía por excelencia, la mercancía general, es el dinero. Y el dinero parece dotado de propiedades mágicas y fantasmagóricas. A algunos intelectuales, entre los que se incluyen algunos posmodernos, les gusta fortalecer ese lado mágico y misterioso del dinero. Viven, sin saberlo, atrapados bajo el hechizo de las múltiples funciones del dinero del mundo mercantil capitalista desarrollado. Cuando el oro desempañaba las funciones de dinero, el dinero no había roto su condición de mercancía, no había roto aún con ese parentesco. Pero después, cuando en la esfera de la circulación  el oro fue sustituido por signos suyos, por el dinero papel, la mente especulativa encontró un filón para sus especulaciones y declaró que el dinero era sólo un signo. Si además tenemos en cuenta que para determinar el precio de las mercancías no necesitamos dinero real sino sólo dinero ideal, que sólo basta poner sobre las mercancías una etiqueta donde lleve escrito una número y el nombre de la moneda en curso, la concepción de que el dinero era un ser inexistente ganó adeptos y aumentó aún más el caldo de cultivo de los especuladores.

No digamos ahora nada con el desarrollo de los nuevos productos financieros y con el mercado de derivados cómo se puede disparatar la mente del especulador. Aquí el dinero se ha vuelto aún más fantasmagórico. Y todo el mundo se hace la misma pregunta en torno a la crisis actual: donde está el dinero. Y en todas estas reflexiones, sobre todo las del afamado Abadía, hay una confusión total entre el dinero y los títulos de valor. Pero hay una solución para salir de toda esta oscuridad: sólo basta con abandonar el mundo capitalista y acercarse al mundo feudal  y la niebla que cubre los productos del trabajo sobre la base de la producción de mercancías desaparece. Aquí queda manifiestamente claro el secreto de la explotación: el siervo trabajaba tres días de la semana en las tierras del señor y los otros tres días en su propia parcela. Aquí no puede caber duda alguna sobre la causa que hace posible el enriquecimiento del señor feudal: la apropiació del trabajo del siervo. Hoy día el capitalista se apropia igualmente del trabajo de los obreros y de las obreras. Lo que sucede es que la forma dinero que mediatiza todas las relaciones capitalistas oculta esa apropiación.
18 de febrero de 2009.

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