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domingo, 10 de abril de 2011

Algunas palabras sobre la izquierda y Libia


“Resulta paradójico pero es así: la izquierda radical se dedica sólo a interpretar el mundo y no a transformarlo. Y no puede transformarlo porque carece de poder”.

Por primera vez la izquierda europea, tanto su ala reformista como su ala radical, se presenta dividida por un asunto ocurrido en el exterior. ¿Será por la cercanía? ¿Será por que Muamar Gadafi ha llamado ratas a los rebeldes? ¿Será por la simpatía que siempre ha sentido la izquierda radical por los revolucionarios? ¿Será por que nos dolía pensar que los rebeldes pudieran ser masacrados por un dictador sanguinario dispuesto a lo peor? Algunos pensaron que aunque la OTAN y los EEUU estuvieran mal vistos y llevaran el estigma del imperialismo y del hegemonismo, había que parar a Gadafi.  Se estuviera a favor o en contra de la intervención, sobre la izquierda ha sobrevenido la inquietante y sombría duda.  Dudar en vista de un objetivo más claro y certero es  beneficioso. No obstante, siempre habrá personalidades  de la izquierda que se instalarán en la duda y terminarán por dudar de todo. Suele ocurrir: cuando suceden cambios importantes a nivel mundial, algunos sectores avanzan y profundizan su conocimiento del mundo, otros se estancan y vuelven la mirada hacia atrás, o sencillamente abandonan. Dicen: ya yo no tengo fe en nada, no tengo esperanza en nada, no creo que el mundo vaya a cambiar. Y esto lo dicen depositando su mirada y pensamiento críticos no en sí mismos y su cómoda existencia, sino en el exterior, donde pueblos enteros viven bajo el látigo de la pobreza y la represión de Estados estamentales. Les gustaría que el mundo cambiara, pero que lo hagan otros. Y mientras los otros se desloman y mueren en su intento por cambiar el mundo,  estos sectores de la izquierda crítica reflexionan el desengaño profundo que les produce el hombre.
 

La importancia de los nombres

La primera función semiótica, de acuerdo con mi propia concepción, no es la significación sino la identificación. Esta es la principal función de la percepción: la identificación. Y la percepción inteligente, aquella que se ayuda del principio de la diferenciación, necesita de los nombres. No es corrector hablar de izquierda en general. No es bueno tampoco decir que el concepto de izquierda es ambiguo. Lo que sucede es que para identificar a las personas además del nombre necesitamos los apellidos, y en ocasiones algunos datos más: una fotografía, el número del carné de identidad, la historia de sus actividades, el círculo  de sus amistades, etcétera. Lo mismo debemos hacer con la izquierda. Necesita de apellidos para superar la aparente ambigüedad de su nombre. Así que por el bien de la claridad y de la diferencia hablaremos de izquierda reformista y de izquierda radical. La izquierda reformista quiere reformar el capitalismo para hacerlo más humano y civilizado, mientras que la izquierda radical quiere transformar el capitalismo en socialismo. Y esto no quita que en determinadas coyunturas la izquierda reformista y la izquierda radical puedan ponerse de acuerdo. También es necesario saber que en el seno de la izquierda reformista y de la izquierda radical se reflejan todas las diferencias de clase que hay en la sociedad. Y estas diferencias internas tampoco pueden llevarnos a la idea de que la izquierda sea ambigua. El conocimiento de las diferencias y la vivencia de las diferencias no debe convertirse en causa de escepticismo, sino en todo lo contrario: en causa de certeza.

Bipolaridad y multipolaridad

En tiempos de la bipolaridad todos los conflictos acaecidos en el mundo reflejaban la lucha por la hegemonía entre EEUU y la URSS. En todos esos conflictos se veía lo mismo: la pugna entre las dos superpotencias. Esto hacía que las peculiaridades de esos conflictos quedaran ocultadas por el universalismo de la contradicción entre las dos superpotencias. Aquí la universalidad ocultaba la particularidad. Pero desde hace veinte años el mundo ha cambiado: de un mundo bipolar hemos pasado a un mundo multipolar. Y ya no se puede ver en todos lados la misma contradicción: es la hora de las particularidades nacionales e históricas. Pero muchos analistas, tanto de la derecha como de la izquierda, siguen pensando el mundo multipolar con los conceptos de la bipolaridad.  Todavía queda mucho tiempo para que nosotros comprendamos los rasgos esenciales de la multipolaridad. Pertenece a la época de la bipolaridad conceptos como frente antiimperialista. No negamos que exista el imperialismo, pero debe examinarse en términos de particularidad y multipolaridad. La globalización también tiene naturaleza multipolar y las particularidades nacionales y regionales cobrarán fuerza. La globalización y la universalización no suponen la negación de la localidad y la particularidad, sino su fortalecimiento.  China conforme ha ido fortaleciendo su particularidad, más universal se ha vuelto. Mientras que los pueblos subdesarrollados envueltos bajo el manto de la universalidad de EEUU o de Europa Occidental parecen carecer de personalidad y rostros propios.  

Tiempo histórico y tiempo físico

Recuerdo algunas lecturas que hice del Beijing Informa  durante los primeros años de la reforma económica impulsada por Deng Xiaoping en 1978. En ese periódico se hablaba de que el propósito de esas reformas era situar a China en el plazo de 20 ó 30 años al nivel de la Unión Europea de los años setenta del siglo pasado. Otro dato: en 1949 China era un país semifeudal, semicolonial y semicapitalista. Sin duda que aunque todas las naciones de la tierra viven en términos de tiempo físico en el 2011, en términos de tiempo histórico países como Egipto, Túnez y Libia viven en algunos aspectos por detrás de la Francia revolucionaria de 1789. En esos países los estados pueden considerarse casi estados estamentales: las clases dirigentes a nivel estatal son las clases dominantes a nivel económico. Y en términos de organización social todos esos movimientos que han sacudido el mundo en estos últimos meses están muy atrasados. No hay partidos políticos o se encuentran en un estadio de desarrollo muy embrionario. Las clases sociales, sobre todas las que han llevado a cabo las revueltas, no están organizadas  institucionalmente. Todavía les queda un largo camino que recorrer.

Conocimiento mediato y conocimiento inmediato

La mayor parte del conocimiento que tenemos del mundo tiene naturaleza mediata. Esto no implica que nuestro conocimiento inmediato del mundo haya perdido su valor, pero sí su peso. En la era de la globalización y de las autopistas de la información el peso del conocimiento mediato ha cobrado nuevas dimensiones, hasta el punto de que sobre muchísimos hechos de los que hablamos y reflexionamos no tenemos ni el más leve conocimiento inmediato.  Esto sucede con los movimientos sociales acaecidos en Egipto, Túnez y Libia: muchos carecemos del más mínimo conocimiento inmediato. Si bien de forma general el peso del conocimiento mediato ha adquirido un peso sobredimensionado, en el caso de los intelectuales  es aún mayor. ¿Qué consecuencias lleva aparejado el hecho de que el conocimiento mediato esté sobredimensionado  respecto del conocimiento inmediato? Que se termina por perder el sentido práctico y concreto de la vida, que todo se examina bajo el punto de vista teórico, que se produzca un total divorcio entre nuestros conceptos y nuestra sensibilidad. Y esto sucede sobretodo en la izquierda radical, que basa todas sus propuestas en puras concepciones y no en la práctica. Y después, enajenados como están por una visión puramente conceptual del mundo, no cesan de recordar a los filósofos burgueses la undécima tesis de Marx sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.  Resulta paradójico pero es así: la izquierda radical se dedica sólo a interpretar el mundo y no a transformarlo. Y no puede transformarlo porque carece de poder.

La crisis de la izquierda radical

En la introducción de este artículo dije que “por primera vez la izquierda europea se presenta dividida por un asunto ocurrido en el exterior”. Si se examinan bien las cosas, todo lo que se refiere a movimientos sociales ocurre en el exterior de Europa occidental, y desde hace ya mucho tiempo: la revolución bolchevique, la revolución china, la revolución cubana,  y un largo etcétera de  movimientos sociales hasta culminar en las rebeliones acaecidas en el norte de África. Este es el primer dilema de la izquierda radical europea: todo ocurre en el exterior. Este dilema hace que el único quehacer de la izquierda radical europea sea teórico. Y que las consignas que proclaman sean de naturaleza teórica. Su pensamiento no está elaborado a partir de la experiencia práctica propia, puesto que carece de ella. No vive las grandes rebeliones que se han sucedido en el norte de África, puesto que no está allí; así que sólo la percibe. De ahí que reduzca su actividad a proclamar consignas como “No a la guerra”. Una consigna puramente testimonial y puramente conceptual. La izquierda radical no comprende, no ve, que sin poder no se puede transformar el mundo. No quiere ver que sin representación parlamentaria  no es nada. Cuando el pueblo que se ha sublevado contra Gadafi busca fuera de su país ayuda, ¿hacia dónde mira? No puede mirar hacia la izquierda radical, puesto que a nivel político carece de poder y lo único que puede proporcionarle son conceptos. Pero contra un sanguinario dictador como Gadafi no se puede luchar con conceptos, se necesitan armamentos, se necesita la guerra  y el arte de la guerra. Y esto sólo puede proporcionarlo las fuerzas que tienen poder: la OTAN y EEUU.  Así que cuando la izquierda radical mira hacia fuera, hacia los movimientos sociales que se suceden en el norte de África, sólo  percibe su debilidad e impotencia aunque cree estar percibiendo la debilidad ajena.  Se presenta en el mundo como lo que es: no como una realidad sino como un espectro.





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