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domingo, 28 de agosto de 2011

La religión, la alienación y la dialéctica

En relación con mi artículo El hombre y la religión, Julio Javier Hernández hace la siguiente apreciación:



“Desde mi punto de vista la debilidad de la exposición de Francisco es cierta relativa acriticidad sobre su experiencia en las Juventudes Católicas. Al no advertir que dentro de esa construcción de la personalidad que indica, se suelen construir alienaciones profundas. Y que si él escapó de ellas, no ocurre con todos. Sino todo lo contrario, incluyendo grandes tendencias a la hipocresía.”



No digo que esto que dice Julio Javier sea erróneo, pero sí afirmo que no es pertinente. Tampoco niego que entre más puntos de vistas entren en juego más rico será el conocimiento sobre el objeto que debatimos. Pero cada cual debe ser fiel a su línea de pensamiento y a su metodología. Así que responderé a Julio Javier desde dos costados: uno, desde la alienación, y el otro, desde la dialéctica.



La alienación, entendida como pérdida de uno mismo y estar bajo el dominio de potencias ajenas, no es privativa de la experiencia religiosa, todo lo contrario: es un rasgo que caracteriza a la mayoría de los planos de la vida de la sociedad burguesa. No es ni tan siquiera la alienación más importante ni la alienación básica. De hecho no se puede acabar con la alienación religiosa directamente, hay que liquidar previamente las bases económico sociales que generan la necesidad de la religión. La alienación fundamental de la sociedad burguesa se da en el ámbito de la economía. Su causa principal es la propiedad privada sobre los medios para producir la riqueza. Cualquier trabajador, en la medida en que no es propietario de los medios de producción, está bajo el dominio de los propietarios del capital. Vive, por consiguiente, alienado. Todos sabemos que la crisis de la deuda soberana en los países de la Unión Europea ha puesto de manifiesto el poder de la potencia más alienadora que existe en la actualidad: el mercado financiero.



En lo que se refiere a la dialéctica diré lo siguiente. El punto de vista multilateral, tener en cuenta el mayor número de lados de una cosa, es un rasgo de la dialéctica, pero no el decisivo. El rasgo  decisivo de la dialéctica es el análisis concreto del caso concreto. Supongamos  que estamos en una selva y nos ataca un rinoceronte. En tal caso todos cargaremos nuestros fusiles y apuntaremos al rinoceronte, con la esperanza de derribarlo antes de que nos alcance. No consideraríamos lógico que uno de nosotros dijera por qué no apuntamos a un león que se encuentra a trescientos metros  o a un águila que está posada en lo alto de un árbol. Las proposiciones son como flechas que deben usarse apuntando a determinados blancos. No es dialéctico apuntar a todos los blancos a la vez. La crítica formulada por Julio Hernández ha supuesto cambiar de blanco. ¿Cuál era el blanco? La postura defendida por Luís Ledo, al centrar exclusivamente el problema de la religión en la demostración de la existencia de Dios. Lo único que pretendía con mi reflexión era destacar que en la experiencia religiosa los ámbitos psicológicos y sociológicos, referido este último al carácter de comunidad que tienen los grupos religiosos, son más importantes que el problema teológico de las pruebas de la existencia de Dios. Ese era el blanco al que apuntaba.








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