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miércoles, 10 de agosto de 2011

Si me preguntaran qué hacer con el poder financiero

Cada cosa debe tener su propio peso y dimensión. La crisis de la deuda soberana no es más que la manifestación de que el Estado capitalista está en manos de los capitalistas. No hay ámbito de la economía, tanto en la esfera de la inversión como en la esfera del consumo, que no esté mediado por el crédito. Y el Estado no puede ser menos. Prestar dinero a cambio de un interés, decía Marx, es la forma más irracional del capital: las cosas se presentan como si del dinero pudiera brotar más dinero. Y así es en apariencia y así es, por lo tanto, en la realidad: del dinero brota más dinero. Pero en esencia no brota del dinero, sino de las ganancias y de los salarios. El interés no es más que una parte de las ganancias y de los salarios que los prestatarios tienen que entregar a los prestamistas. Y en el caso del Estado, el interés  no es más que una parte de los impuestos recaudados, que no son más que deducciones de salarios y de ganancias. Así que la esencia de la crisis de la deuda está en el capital productor de interés, en su irracionalidad, en permitir que los propietarios de dinero vean crecer de forma continua su riqueza monetaria. El poder del dinero, el poder de las finanzas, el poder del interés, es el poder del no trabajo sobre el trabajo.


El problema de la crisis de la deuda soberana está en todas aquellas personas que tienen excesiva riqueza monetaria y excesiva riqueza en general. No son sólo los banqueros ni son sólo las grandes empresas los que practican la rapiña financiera, son todas aquellas personas que tienen mucho patrimonio y en especial mucha riqueza monetaria. Son estas personas las que se están enriqueciendo con la crisis de la deuda. Y si el problema está en que los que son muy ricos se van a enriquecer aún más, la solución está en poner un límite superior al enriquecimiento personal y en gravar con un 90 por ciento todas las ganancias que provengan del cobro de intereses  y de las rentas del suelo. Hay que acabar con el parasitismo.

Toda la economía es real. La economía financiera también es real. Hay sin dinero no se puede hacer nada. De ahí que la economía financiera tenga el mayor poder para hacer realidad tanto el esplendor como la decadencia de los pueblos. Pero este poder está muy esparcido. Está en manos de las grandes fortunas y está también en manos de las pequeñas fortunas. Está en manos de los capitalistas y está en manos de los asalariados. Está en manos, sobre todo, de aquellos que pueden reunir grandes recursos monetarios: los fondos de inversión y los fondos de pensiones. Esto debe estar prohibido, radicalmente prohibido: el dinero es un producto social, lo más social que existe en el mundo, la expresión de la dependencia universal de todos respectos de todos. Ninguna entidad privada debería gozar de la libertad de poder reunir los recursos monetarios, los ahorros sociales, para exprimir a los pueblos y desestabilizar la economía. El acaparamiento privado de los grandes ahorros sociales es un arma en ocasiones más poderosa que los Estados. La crisis de la deuda soberana en la Unión Europea lo está poniendo de manifiesto. Provoca paro, destrucción de riqueza, desestabilización económica y sangrientas luchas sociales. Nos arruina la vida. Malditos sean todos aquellos que se adueñan de los ahorros sociales y sólo piensan en enriquecerse sin límites.  No son terroristas, son sólo capitalistas.

Les pido a los lectores que lean con detenimiento estas palabras de Marx contenidas en su obra Grundrisse 1857-1858 y que versa sobre el dinero como relación social: “…el poder que cada individuo ejerce sobre la actividad de los demás o sobre las riquezas sociales reside en sí mismo, siempre y cuando posea dinero. El individuo lleva consigo, en su bolsa, su potencia social a manera de nexo con la sociedad”. Más arriba, en este mismo texto,  Marx había afirmado que la dependencia universal y recíproca de los individuos constituye su nexo social. Y este nexo social se expresa en el dinero. En nuestro caso el euro es la expresión de la dependencia universal en la que nos encontramos, sobre todo, todos los que vivimos en la Unión Europea. El euro es el poder que tenemos cada uno de nosotros para actuar sobre la actividad de los demás. Pero hay ciertos sectores, ciertos individuos, que disponen de mucha cantidad de euros; y esto se convierte en una poderosa arma, en un inmenso poder, para maniatar a los pueblos y a los Estados. Repito: el dinero es un producto social, lleve el uniforme nacional que lleve, que no debería caer bajo el poder de unos pocos. Y no otra cosa sucede con la llamada crisis de la deuda. Es una victoria más de la propiedad privada sobre la propiedad pública, del capitalismo sobre el socialismo.



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