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domingo, 14 de abril de 2013

Individuo y sociedad

Empecemos por las consideraciones previas. Por ideología entenderemos un sistema de conceptos mediante el cual una clase, grupo o capa social expresa el mundo que quiere.  Y al ser un sistema de conceptos, la ideología encierra necesariamente percepciones y representaciones de los múltiples aspectos del mundo.  Las consignas ideológicas, si se busca que sean asimiladas por las grandes masas sociales, deben atender fundamentalmente a las percepciones y a las representaciones. En todo concepto debemos distinguir un lado concreto, que indica el origen perceptivo del mismo, y un lado abstracto, que indica el origen lógico del mismo. Si las masas sociales sólo se alimentan de consignas, separando el lado sensible del concepto de su lado lógico, entonces se volverán dogmáticas. Y si las vanguardias sólo se alimentan del lado lógico de los conceptos, terminarán perdiendo su conexión con el  mundo y sus ideas permanecerán ajenas a la conciencia de las masas sociales.
En una entrevista Margaret Thatcher afirmó: “La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales”. En esta afirmación sólo se ha querido ver la ideología neoliberal y se ha desatendido los fundamentos filosóficos en los que descansa. Y quienes desde la izquierda crítica han querido rebatir aquella afirmación, han caído en la lógica de la ideología capitalista. Hasta el punto de defender que frente al ideolograma neoliberal donde se afirma que la sociedad no existe y el individuo sí, habría que esgrimir lo contrario: el individuo no existe y sí la sociedad. De esa manera, bajo el predominio de la forma de pensar metafísica, los contrarios se presentan uno frente a otro anulándose mutuamente.
Pensemos en los filósofos empiristas, quienes defienden que solo el conocimiento sensible es certero, que es el único que da verdaderamente cuenta de lo que existe, mientras que consideran al conocimiento conceptual como una derivación apagada del conocimiento sensible. Pero van más lejos: afirman que mediante los conceptos suponemos cosas en el mundo que en realidad no existen. Así, por ejemplo,  nuestros ojos nos dicen que hay individuos, pero no que haya algo a lo que podamos denominar sociedad. Y si insistimos en aplicar el nombre de sociedad, sólo lo haremos al conjunto de los individuos. Pero el conjunto en sí no es nada fuera de los individuos. Luego “sociedad” solo es un nombre colectivo, un nombre que solo indica que los individuos forman un conjunto, no que exista un ente fuera de los individuos que se llame sociedad.
Lo que niegan los empiristas es que la sociedad exista como una tercera cosa frente a los individuos en forma sustantiva. Admiten que existen las relaciones entre los individuos y sus interacciones, pero nos advierten que en ningún caso lo social cobra existencia independiente. Y la mayoría de los ideólogos de la izquierda crítica coinciden con el empirista, quieren rebatir el individualismo neoliberal señalando la existencia de lo social justamente en esos aspectos: en las interacciones y en las relaciones sociales entre los individuos. Creen que la clave está en señalar que en cada etapa de la evolución humana hay determinadas relaciones sociales de producción  que le dan el sello específico a las sociedades. Y así presentan el neoliberalismo como aquella ideología que acabó con la solidaridad entre las clases sociales, logrando la victoria del individuo frente a la sociedad. Pero aquí hay un profundo error en el que incurren tanto los empiristas como  la izquierda crítica. Lo social sí existe como una tercera cosa frente a los individuos y en forma sustantivada: en el Estado, en el dinero y en el lenguaje. Por eso cuando los neoliberales afirman que la sociedad no existe, sencillamente están engañando, negando la realidad. Y cuando la izquierda radical afirma que lo social existe en forma de relaciones e interacciones sociales, no está superando la concepción individualista del mundo, ya que no señala cómo existe la sociedad en forma objetiva. No en vano un proceso revolucionario que quiera tener éxito debe hacerse dueño de esas tres formas de existencia de lo social: del poder del Estado, de los bancos como depositarios del dinero, y del lenguaje como instrumento fundamental de la ideología.
Pero hay más: Marx no se cansó de repetir que el individuo es un ser social. Sin embargo,  esta aseveración es por lo general entendida en el sentido de que el individuo vive en sociedad. Pero no es eso lo que quería indicar Marx cuando habla de que el individuo es un ser social. Afinemos en este asunto. Todo individuo es producto de un hombre y una mujer. Luego es un producto social. Todas sus funciones psicológicas tal y como se dan es el ser humano, la atención, la memoria, la percepción y el lenguaje, son sociales. Todo lo que viste, calza y en general consume es social. Nada de lo que hace puede decir que lo hace él por completo. Los materiales que emplea, los instrumentos de los que se vale, y el lenguaje y el conocimiento necesario para realizar su función de trabajo son sociales.  Así que lo social no sólo existe en el Estado, en el dinero y en el lenguaje, sino también en todos los elementos de la riqueza social. La clave de la ideología capitalista no está en que defiende al individuo frente a la sociedad, sino que permite al individuo que se apropie de los recursos sociales para beneficiarse de forma privada más allá de lo razonable y de lo justo. La clave de la ideología capitalista no está en que promueva la desigualdad, sino en que lo hace hasta la desproporción y la desmesura. La desigualdad es un hecho natural y concuerda con el principio socialista de a cada cual según su capacidad y a cada cual según su trabajo. Incluso en la etapa del comunismo la desigualdad seguirá existiendo bajo dos formas: primero porque seguirá habiendo diferencia de capacidades; y segundo, porque habrá gente que percibirá más riqueza que otra, ya que el principio de a cada cual según su necesidad es un principio diferenciador y no un principio de igualdad.
Es también un error concebir los intereses comunes como lo opuesto a los intereses individuales. Se confunden aquellos que ven en el ideolograma de Margaret Thatcher la negación de los intereses comunes. La existencia de las clases y de los grupos sociales supone justamente el desarrollo de los intereses individuales hasta constituirse en intereses comunes. El interés común no es más que el interés individual desarrollado. Y este interés común cobra cuerpo en organizaciones empresariales, sindicatos, partidos políticos y otras instituciones más. Así que es un error presentar a Margaret Thatcher y a los neoliberales como los defensores de los intereses individuales frente a los intereses comunes, y a la izquierda crítica como la defensora de los intereses comunes frente a los intereses individuales. Ya que ambos aspectos, el interés individual y el interés común, se dan en la izquierda y en la derecha, en la clase de los trabajadores y en la clase de los capitalistas. El interés común no menoscaba el interés individual, todo lo contrario: le da cuerpo y lo fortalece.
Si la derecha es más poderosa que la izquierda será justamente porque los intereses comunes que la constituyen están más desarrollados y han tomado cuerpo en organizaciones más poderosas. El ideolograma de Margaret Thatcher no es más que la idealización de los intereses comunes de la clase capitalista expresados como intereses generales de la sociedad. Y el socialismo debe presentarse como el fortalecimiento del desarrollo individual de las personas y no como su merma o negación.
 
 
 
  

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